Los retratos literarios y
pintados del General San Martín 1
Por Jorge
Surraco Ba
Oleo de José Gil de Castro-Chile.1818 |
De
todos nuestros próceres, probablemente don José Francisco de San Martín y
Matorras, sea el más retratado visual y literariamente hablando. Creemos que
quién puede acercársele o quizá superarlo, sea
el libertador que concluyó la obra iniciada por el argentino. El también
nuestro: Simón Bolívar. Precisamente, el retrato de Bolívar que acompañó a San
Martín en su exilio, fue pintado por su hija Merceditas.
Pero
es muy difícil para nosotros hacernos una idea cabal de cuál era la
fisonomía de José de San Martín; de cuál era su presencia física. Más difuso
queda, tener un concepto apropiado de sus expresiones faciales, pero datos y
referencias no faltan para que intentemos una aproximación a su figura. Tarea
complicada porque los retratos pintados difieren bastante de uno a otro y algo
similar pasa con los retratos escritos.
Trataremos de hacer un repaso de las principales
descripciones que se han hecho, a cargo de quienes lo han conocido
personalmente. De allí surgirán rasgos coincidentes en la apreciación de los
testigos. Pero otros serán relativamente contradictorios. Aparecen
características físicas como su estatura y corpulencia, con tendencia
general hacia la armonía de proporciones: la oscuridad de su piel, que debe
haber sido muy mentada aquí después de su exilio, pues Juan Bautista Alberdi se
asombra de no ver al indio que había formado en su mente. Su voz, que era varonil,
baja y bien manejada al hablar; y, sobre todo, la particularidad de sus ojos: "La mirada
terrible", como escribió Vicuña
Mackenna. “Tienen un fuego y animación que se harían notables en cualesquiera
circunstancias", dice un testigo: ''negros rasgados
y penetrantes'", complementa otro;
yuna mujer —desafecta a San Martín, por otra parte— apunta que sus ojos "tienen una
peculiaridad que solo había visto antes una vez en una célebre dama: son
oscuros y bellos pero inquietos: nunca se fijan en un objeto más de un momento,
pero en ese momento expresan mil cosas" (Mary Graham, 1822).[1]
Miniatura de José Gil de Castro-Chile-1817 |
De los retratos pintados de San Martín
que conocemos, podemos inferir la preocupación que tuvieron sus autores, por
fijar la particularidad de su mirada, quizá casi imposible de plasmar en una
pintura. Se menciona también su sonrisa cautivadora y se dan referencias de su
gesticulación, como el fragmento en el que Jerónimo Espejo relata el golpe del
dedo sobre el botón desabotonado del subalterno, o el “¡Eh, Está usted”,
acompañado de una vibración en sus dedos, como para ver si lo han comprendido.
Nos detendremos en esta oportunidad en
los retratos literarios que lo describen físicamente para, más adelante,
trabajar sobre los retratos pintados, que si bien ya disponemos de una buena
cantidad de reproducciones diferentes, aspiramos a lograr en un tiempo, sino la
totalidad existente, por lo menos un número que se le aproxime. En cuanto a los
aspectos morales y conductuales, mucho se ha publicado hasta el hartazgo por lo
que no es objeto de nuestro interés por el momento.
Así lo vio un
agente del gobierno norteamericano
“Tiene,
según creo, 39 anos; es hombre bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco
delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies, cutis muy
amarillento, pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y
penetrantes, nariz aquilina; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una
expresión singularmente simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la
réplica tan viva como el pensamiento.”[2]
Worthington, así se llamaba el agente de
Estados Unidos, que lo entrevistó antes de la batalla de Maipú.
De un oficial
británico que combatió por la causa americana
“San
Martín es alto, grueso, bien hecho y de forma marcadas: rostro interesante,
moreno, y ojos negros rasgados y penetrantes. Sus maneras son dignas,
naturales, amistosas, sumamente francas, y que disponen infinito a su favor. Su
conversación es animada, fina e insinuante, como la de un hombre de mundo y de
buen trato.”[3] Guillermo
Miller era el oficial británico que combatió para los americanos (vaya a saber
por qué), lo conoció en Chile en 1818.
Un comerciante
inglés lo describe así
“. . .Me impresionó mucho el aspecto de
este Aníbal de los Andes. Es de elevada estatura y bien formado, y todo su aspecto
sumamente militar: su semblante es expresivo, color aceitunado oscuro, cabello
negro y grandes patillas sin bigote: sus ojos grandes y negros tiñen un fuego y
animación que se harán notables en cualesquiera circunstancias.”[4] El
comerciante inglés, Samuel Haigh Residió diez años en América del Sur. Llegó a
Buenos Aires en 1817 y al año siguiente conoció a San Martín.
Un marino de la
Real Armada Británica
“Junio 25 de 1821. — Hoy tuve una
entrevista con el general San Martín a bordo de una goletita de su propiedad,
anclada en la rada del Callao…
Litografía de Nuñez de Ibarra |
…A
primera vista había poco que llamara la atención en su aspecto, pero cuando se
puso de pie y empezó a hablar, su superioridad fue evidente. Nos recibió muy
sencillamente, en cubierta, vestido con un sobretodo suelto y gran gorra de
pieles, y sentado junto a una mesa hecha con unos cuantos tablones yuxtapuestos
sobre algunos barriles vacíos.
Es hombre hermoso, alto, erguido, bien
proporcionado, con gran nariz aguileña, abundante cabello negro, e inmensas espesas
patillas obscuras que se extienden de oreja a oreja por debajo del mentón; su
color era aceitunado obscuro, los ojos, que son grandes prominentes y
penetrantes, negros como azabache; siendo todo su aspecto completamente
militar. Es sumamente cortés y sencillo, sin afectación en sus maneras,
excesivamente cordial e insinuante, y poseído evidentemente de gran bondad de
carácter; en suma, nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más
irresistible.”[5] Basilio Hall, marino escocés que recorrió las costas
del Pacífico en la época de la guerra de la independencia.
A un señor sueco le
gustó muy poco
“…San Martín es
hombre de estatura mediana, no muy fuerte, especialmente la parte inferior del
cuerpo, que es más bien débil que robusta. El color del cutis, algo moreno con
facciones acentuadas y bien formadas. El óvalo de la cara alargado, los ojos
grandes, de color castaño, fuertes y penetrantes como nunca he visto. Su
peinado, como su manera de ser en general, se caracteriza por su sencillez y de
apariencia muy militar. Habla mucho y ligero sin dificultad o aspereza, pero se
nota cierta falta de cultura y de conocimientos de fondo… Con los soldados sabe
observar una conducta franca, sencilla y de camaradería. Con personas de
educación superior a la que él posee, observa una actitud reservada y evita
comprometerse…
Algo difícil de fiarse en sus promesas, las que muchas veces
hace sin intención de cumplir… Trabaja mucho, pero en detalles, sin sistema u
orden… Hay motivos para reprocharle no haber actuado con energía…”[6]
Jean Adam Graaner se llamaba este señor sueco
que conoce a San Martín en mayo de 1818, en Buenos Aires, en un viaje que hace
el Libertador, luego de triunfar en las batallas de Chacabuco y Maipú. ¿Es posible
que este dato de dos batallas ganadas que aseguran la independencia de dos
países y el conocido cruce de los Andes, hayan motivado una visión negativa del
héroe? (¿O sí?).
Continúa en la entrada siguiente
[1] Diario La Prensa de Buenos Aires del
25 de febrero de 1978.
[2]
Worthington, W.G.D., El día de Maipú; Incluido
por José Luis Busaniche en San Martín
visto por sus contemporáneos, Buenos Aires, 1942, pag. 104.
[3] Miller,
Guillermo
[4] Haigh,
Samuel, Bosquejo de Buenos Aires, Chile y
Perú,
[5] Hall,
Basilio, El general San Martín en el
Perú, Incluido por José Luis Busaniche en Estampas del Pasado, t.1, Hyspamérica, Buenos aires, 1986.
[6] Graaner,
Jean Adam, Las provincias del Río de la
Plata, Incluido por Busaniche, idem ref. 5.