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domingo, 4 de agosto de 2013

Las múltiples caras del Libertador 1



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 1

Por Jorge Surraco Ba

Oleo de José Gil de Castro-Chile.1818
             De todos nuestros próceres, probablemente don José Francisco de San Martín y Matorras, sea el más retratado visual y literariamente hablando. Creemos que quién puede acercársele o quizá superarlo, sea  el libertador que concluyó la obra iniciada por el argentino. El también nuestro: Simón Bolívar. Precisamente, el retrato de Bolívar que acompañó a San Martín en su exilio, fue pintado por su hija Merceditas.
            Pero es muy difícil para nosotros hacernos una idea cabal de cuál era la fisonomía de José de San Martín; de cuál era su presencia física. Más difuso queda, tener un concepto apropiado de sus expresiones faciales, pero datos y referencias no faltan para que intentemos una aproximación a su figura. Tarea complicada porque los retratos pintados difieren bastante de uno a otro y algo similar pasa con los retratos escritos.
 
Grabado de Cooper-Londres 1921
Trataremos de hacer un repaso de las principales descripciones que se han hecho, a cargo de quienes lo han conocido personalmente. De allí surgirán rasgos coincidentes en la apreciación de los testigos. Pero otros serán relativamente contradictorios. Aparecen características físicas como su estatura y corpulencia, con tendencia general hacia la armonía de proporciones: la oscuridad de su piel, que debe haber sido muy mentada aquí después de su exilio, pues Juan Bautista Alberdi se asombra de no ver al indio que había formado en su mente. Su voz, que era varonil, baja y bien manejada al hablar; y, sobre todo, la particularidad de sus ojos: "La mirada terrible", como escribió Vicuña Mackenna. “Tienen un fuego y animación que se harían notables en cualesquiera circunstancias", dice un testigo: ''negros rasgados y penetrantes'", complementa otro; yuna mujer —desafecta a San Martín, por otra parte— apunta que sus ojos "tienen una peculiaridad que solo había visto antes una vez en una célebre dama: son oscuros y bellos pero inquietos: nunca se fijan en un objeto más de un momento, pero en ese momento expresan mil cosas" (Mary Graham, 1822).[1]
Miniatura de José Gil de Castro-Chile-1817

De los retratos pintados de San Martín que conocemos, podemos inferir la preocupación que tuvieron sus autores, por fijar la particularidad de su mirada, quizá casi imposible de plasmar en una pintura. Se menciona también su sonrisa cautivadora y se dan referencias de su gesticulación, como el fragmento en el que Jerónimo Espejo relata el golpe del dedo sobre el botón desabotonado del subalterno, o el “¡Eh, Está usted”, acompañado de una vibración en sus dedos, como para ver si lo han comprendido.

Nos detendremos en esta oportunidad en los retratos literarios que lo describen físicamente para, más adelante, trabajar sobre los retratos pintados, que si bien ya disponemos de una buena cantidad de reproducciones diferentes, aspiramos a lograr en un tiempo, sino la totalidad existente, por lo menos un número que se le aproxime. En cuanto a los aspectos morales y conductuales, mucho se ha publicado hasta el hartazgo por lo que no es objeto de nuestro interés por el momento.
 
Miniatura anónima-Lima 1822
Así lo vio un agente del gobierno norteamericano
“Tiene, según creo, 39 anos; es hombre bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies, cutis muy amarillento, pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y penetrantes, nariz aquilina; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una expresión singularmente simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la réplica tan viva como el pensamiento.”[2] Worthington, así se llamaba el agente de Estados Unidos, que lo entrevistó antes de la batalla de Maipú.

De un oficial británico que combatió por la causa americana
“San Martín es alto, grueso, bien hecho y de forma marcadas: rostro interesante, moreno, y ojos negros rasgados y penetrantes. Sus maneras son dignas, naturales, amistosas, sumamente francas, y que disponen infinito a su favor. Su conversación es animada, fina e insinuante, como la de un hombre de mundo y de buen trato.”[3]  Guillermo Miller era el oficial británico que combatió para los americanos (vaya a saber por qué), lo conoció en Chile en 1818.
 
Miniatura de Wheeler-Londres-1823
Un comerciante inglés lo describe así
         “. . .Me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de los Andes. Es de elevada estatura y bien formado, y todo su aspecto sumamente militar: su semblante es expresivo, color aceitunado oscuro, cabello negro y grandes patillas sin bigote: sus ojos grandes y negros tiñen un fuego y animación que se harán notables en cualesquiera circunstancias.”[4]  El comerciante inglés, Samuel Haigh Residió diez años en América del Sur. Llegó a Buenos Aires en 1817 y al año siguiente conoció a San Martín.

Un marino de la Real Armada Británica
         “Junio 25 de 1821. — Hoy tuve una entrevista con el general San Martín a bordo de una goletita de su propiedad, anclada en la rada del Callao…
Litografía de Nuñez de Ibarra
…A primera vista había poco que llamara la atención en su aspecto, pero cuando se puso de pie y empezó a hablar, su superioridad fue evidente. Nos recibió muy sencillamente, en cubierta, vestido con un sobretodo suelto y gran gorra de pieles, y sentado junto a una mesa hecha con unos cuantos tablones yuxtapuestos sobre algunos barriles vacíos. 

Es hombre hermoso, alto, erguido, bien proporcionado, con gran nariz aguileña, abundante cabello negro, e inmensas espesas patillas obscuras que se extienden de oreja a oreja por debajo del mentón; su color era aceitunado obscuro, los ojos, que son grandes prominentes y penetrantes, negros como azabache; siendo todo su aspecto completamente militar. Es sumamente cortés y sencillo, sin afectación en sus maneras, excesivamente cordial e insinuante, y poseído evidentemente de gran bondad de carácter; en suma, nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más irresistible.”[5] Basilio Hall, marino escocés que recorrió las costas del Pacífico en la época de la guerra de la independencia.
 
Oleo de Mariano Carriles-Lima 1822
A un señor sueco le gustó muy poco
            “…San Martín es hombre de estatura mediana, no muy fuerte, especialmente la parte inferior del cuerpo, que es más bien débil que robusta. El color del cutis, algo moreno con facciones acentuadas y bien formadas. El óvalo de la cara alargado, los ojos grandes, de color castaño, fuertes y penetrantes como nunca he visto. Su peinado, como su manera de ser en general, se caracteriza por su sencillez y de apariencia muy militar. Habla mucho y ligero sin dificultad o aspereza, pero se nota cierta falta de cultura y de conocimientos de fondo… Con los soldados sabe observar una conducta franca, sencilla y de camaradería. Con personas de educación superior a la que él posee, observa una actitud reservada y evita comprometerse… 
 
Miniatura anónima sin fecha
Algo difícil de fiarse en sus promesas, las que muchas veces hace sin intención de cumplir… Trabaja mucho, pero en detalles, sin sistema u orden… Hay motivos para reprocharle no haber actuado con energía…”[6]  Jean Adam Graaner se llamaba este señor sueco que conoce a San Martín en mayo de 1818, en Buenos Aires, en un viaje que hace el Libertador, luego de triunfar en las batallas de Chacabuco y Maipú. ¿Es posible que este dato de dos batallas ganadas que aseguran la independencia de dos países y el conocido cruce de los Andes, hayan motivado una visión negativa del héroe? (¿O sí?).

Continúa en la entrada siguiente


[1] Diario La Prensa de Buenos Aires del 25 de febrero de 1978.
[2] Worthington, W.G.D., El día de Maipú; Incluido por José Luis Busaniche en San Martín visto por sus contemporáneos, Buenos Aires, 1942, pag. 104.
[3] Miller, Guillermo
[4] Haigh, Samuel, Bosquejo de Buenos Aires, Chile y Perú,
[5] Hall, Basilio, El general San Martín en el Perú, Incluido por José Luis Busaniche en Estampas del Pasado, t.1, Hyspamérica, Buenos aires, 1986.
[6] Graaner, Jean Adam, Las provincias del Río de la Plata, Incluido por Busaniche, idem ref. 5.

Las múltiples caras del Libertador 2 (continuación)



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 2

Por Jorge Surraco Ba


Dos oficiales de su ejército lo vieron de esta manera
Oleo atribuido a la Prof de Mercedes-1829
         “El general San Martín era de una estatura más que regular, su color moreno, tostado por las intemperies; nariz aguileña, grande y curva: ojos negros, grandes y sus pestañas largas; su mirada era vivísima, que al parecer simbolizaba la verdadera expresión de su alma y la electricidad de su naturaleza; ni un solo momento están quietos aquellos ojos: era una vibración continua la de aquella vista de águila; recorría cuanto le rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de las personas, sin que se le escaparan aun los pormenores más menudos. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba muchas simpatías. EL grueso de su cuerpo era proporcionado al de su estatura, y además muy derecho, garboso, de pecho saliente, tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, el soldado de campaña. Su cabeza no era grande, más bien era pequeña, pero bien formada: sus orejas eran medianas, redondas y asentadas a la cabeza, esta figura se descubría por entero, por el poco pelo que usaba, negro, lacio, corto y peinado a la izquierda, como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la revolución. 

Litografía-Génova 1850
Su boca era pequeña: sus labios de regular grueso, algo acarminados,[1] con una dentadura blanca y pareja; usó en los primeros años un pequeño bigote y patilla corta y recortada; ésta fue su costumbre general, desde que fue de intendente a Mendoza. Lo más pronunciado de su rostro eran unas cejas arqueadas, renegridas y bien pobladas. Pero en cuanto fue ascendido a general, se quitó el bigote. Su voz era entonada de un timbre claro y varonil, pero suave y penetrante, y su pronunciación precisa y cadenciosa… 
Litografía de Madou-1828

…Su traje, por lo general, era de una sencillez republicana, Vestía siempre en público el uniforme de granaderos a caballo, el más modesto de todos los del ejército, pues no tenía adornos ni variedad de colores i como otros cuerpos usaban en aquel entonces.

Su vestido familiar dentro de casa, era una chaqueta de paño azul larga y holgada, guarnecida por las orillas y el cuello con pieles de marta de Rusia, y cuatro muletillas de seda negra a cada lado para abrocharla por delante; en invierno, un levitón o sobretodo de paño azul hasta el tobillo, con bolsillos a cada costado a la altura de la cadera, y por delante, botonadura dorada para abrocharlo; y de ordinario, usaba una cachucha[2] de pieles de marta de Rusia también, con un galón de oro angosto en la visera. Con el mismo levitón, solía salir otras veces, a la calle, en los días fríos y lluviosos, pero con elástico y con sable.” 
General Jerónimo Espejo




 El coronel Manuel Antonio Pueyrredón, oficial del Ejército de los Andes, es quien lleva originalmente al papel esta descripción. Años después, el general Jerónimo Espejo, la tomó para su libro “El paso de los Andes”. El hecho de que Espejo integrara el ejército de San Martín, da cierto matiz de veracidad a esta descripción.[3]






Litografía de Madou-Bruselas 1827

El encuentro con Juan Bautista Alberdi
         “…Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común, ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo; yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y sin embargo le que lo está más que cuando hacia la guerra en América me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne; pero lo hallé vivo, fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llaneza de un hombre común…
Así lo vio Alexander Clark-Londres 1829

         …Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote a pesar de que hoy los llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete sin embargo una inteligencia clara y despejada; un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente, cada vez que se abren sus ojos llenos aún del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca, pequeña y ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe: la barba es aguda.
Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra atada con negligencia, chaleco de seda negro, levita del mismo color, pantalón mezcla celeste, zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse, acepté y cerré con mis dos manos la derecha del grande hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y del Perú.”[4] El primer encuentro de Alberdi con San Martín, se produjo durante 1843, en la casa de un amigo en París.
 
Uno de los 2 daguerrotipos de 1848
            Esperamos haber contribuido a reunir las distintas descripciones físicas escritas del General San Martín, para que puedan ser comparadas y que los lectores puedan formar “su” imagen visual del Libertador. Por nuestra parte quedamos con la intención de reunir la mayor cantidad de retratos pintados, muchos de los cuales son muy conocidos y otros no. Al respecto vale consignar que San Martín, además de ser una figura relevante de nuestra historia patria, forma parte también de la historia de la fotografía. Recordemos que en 1848, fue retratado en dos oportunidades, por la novedosa, en ese momento, técnica del daguerrotipo.



[1] Acarminados: que tiene color de carmín.
[2] Cachucha: especie de gorra
[3] Diario La Prensa de Buenos Aires; El retrato del General San Martín, 25 de febrero de 1978.
[4] Alberdi, Juan Bautista,

sábado, 9 de abril de 2011

CERTEZAS DEL ENSEÑAR Y DUDAS DEL APRENDER - 4

Documento 4

Por Jorge Surraco
Reflexiones II

Una necesaria finalidad de la educación

Se plantea además un interrogante referido a la finalidad de la educación dentro del marco democrático. Las experiencias históricas recientes demuestran que la educación debe buscar no sólo el proceso de individualización, de desarrollo de la particularidad del individuo, sino también el logro de la armonía o del entendimiento de esa peculiaridad con la entidad comunitaria. El crecimiento de la conciencia y reciprocidad sociales del individuo. “...el individuo será inevitablemente único, y esta singularidad, por ser algo que no posee ningún otro individuo, será de valor para la comunidad. Puede ser sólo una manera singular de hablar o de sonreír –pero eso contribuye a la variedad de la vida. Pero puede ser una manera singular de ver, de pensar, de inventar, de expresar pensamientos o emociones –y en ese caso, la individualidad de un hombre puede ser de incalculable beneficio para toda la humanidad. Pero la singularidad carece de valor práctico en el aislamiento. Una de las lecciones más ciertas de la psicología moderna... es que la educación debe ser no sólo proceso de individualización, sino también de integración, o sea de reconciliación de la singularidad individual con la unidad social.” (Read, Herbert, Educación por el arte, Editorial Paidós)

En este desafío entendemos que lo estético, el arte, debe jugar un rol fundamental.
“La estética, como dimensión intencionada a través de toda la universidad, contribuye también a luchar contra la indiferencia, la insolidaridad y la intolerancia y es una excelente estrategia de aprendizaje para contribuir al justo equilibrio entre la razón y el sentimiento, entre lo social y lo íntimo, entre el orden y el caos, entre lo real y lo imaginario.” (Miguel Ángel Scotet-Obra citada)

La tesis de que el arte debe ser la base de la educación, fue formulada por Platón en su República, hace ya por supuesto muchos siglos, pero es precisamente un hecho notable que este aspecto de su gran producción filosófica, nunca haya sido tenida en cuenta no sólo por los educadores, sino por los mismos seguidores del filósofo. Prácticamente sólo dos estetas, el poeta Friedrich von Schiller en Cartas sobre la educación estética del hombre (1795) y el crítico de arte Herbert Read en Educación por el arte (1950), y un estudioso de la educación, Miguel Angel Scotet, han retomado las propuestas platónicas.


No se trata de la llamada “educación artística” o enseñanza de las bellas artes generalmente mal utilizadas en la escuela primaria y secundaria, sino de la “educación estética como teoría que enuncia todos los modos de expresión individual... Propugna una educación estética que sea enfoque integral de la realidad. Sólo en la medida con que se realiza, dentro de este sentido pleno, la relación armónica y habitual entre el ser humano y el mundo exterior, se puede llegar a construir una personalidad integrada, es decir ligada a situaciones y valores que obligan al individuo a resolverse con independencia y solidaridad.” (Juan Mantovani, en el prólogo a Educación por el arte)

“En última instancia –dice Herbert Read- no hago distinciones entre ciencia y arte, salvo como métodos, y creo que la oposición creada entre ambas en el pasado se ha debido a una concepción limitada de ambas actividades. El arte es representación y la ciencia explicación de la misma realidad.”
Por su parte Scotet afirma: “La ciencia y el arte son dimensiones del pensamiento creativo, los dos sostienen un carácter universal y alcanzan su pleno desarrollo en libertad. La ciencia estimula los procesos cognitivos del que la practica y el arte, las emociones. Pero en ambos coexisten lo cognitivo y lo emocional. A través de la ciencia es posible el goce estético y con el arte es posible dar rienda suelta al conocimiento. No olvidemos como señala Octavio Paz, que casi siempre los poetas llegan a la verdad más rápido que los demás.
 
Tampoco deberíamos olvidar la integración del conocimiento del hombre culto del Renacimiento, en el que no se sabía dónde comenzaba el científico y dónde terminaba el artista. Leonardo Da Vinci es fiel reflejo de esa realidad. Los grandes hombres de ciencia han sido subyugados por el mundo de la estética y se han convertido muchos de ellos en grandes contribuyentes a esta dimensión del hombre. Las dimensiones cognitivas, éticas y estéticas son parte esencial del pensamiento simbólico y tienen que estar reflejadas con toda intensidad en la misión formativa de la universidad.” (Scotet, Miguel Angel. Obra citada)


Arte y educación tienen además otros puntos en común que tienen que ver con el individuo y que ambas actividades necesitan de manera prioritaria. Estos son los procesos mentales básicos de la percepción y la imaginación. “La educación estética favorece el desarrollo de la fantasía, base de toda creación, ya sea artística o científica, el desarrollo de una visión de conjunto y la anticipación de un desenlace, el uso de la lógica y de las diversas formas de la comunicación humana. La universidad debe promover una política de creación en artes y ciencias, humanidades y técnicas, que estimule el desarrollo de ambos dominios del pensamiento, como una forma integral de crecimiento intelectual y afectivo de la persona. La institución universitaria no puede darse por satisfecha mediante unas cuantas unidades de aprendizaje artísticas o un pequeño escaparate de actividades culturales. La dimensión estética como la científica deben ir cogidas de la mano, si lo que se intenta es formar miembros de una sociedad en convivencia y con desarrollo pleno de su potencial creativo.” (Miguel Angel Scotet, obra citada)
  
Acción educativa y acción dramática
Los buenos directores escénicos, cuando comienzan la construcción de sus personajes, saben que detenerse demasiado en lo que esos personajes son, los pone en el riesgo de llevar la escena a la inmovilidad. Cambian entonces el foco de su atención y se preguntan: ¿qué quiere cada uno de los personajes?  Porque a través del querer descubren la voluntad de sus personajes que no es otra cosa que la concreción de una idea o la traducción en términos volitivos de esa idea. También se preguntan: ¿Qué es lo que cada personaje no quiere? Porque del no querer surgen las dudas, los miedos. En términos dramáticos, la contra voluntad, que es precisamente lo que hace a los personajes más humanos, más creíbles, más queribles. Es lo que provoca en los espectadores la empatía (sentir en, sentir dentro) mucho más efectiva que la simpatía (sentir con). De la relación entre voluntad y contra voluntad surgirá la acción dramática como materialización del deseo (protagonismo) por alcanzar algo muy concreto (un objetivo), los obstáculos que impiden ese logro (antagonismo) y la lucha por superarlos (conflicto). Toda acción dramática es la expresión de una voluntad humana consciente en lucha por alcanzar un objetivo concreto. Porque no basta que el personaje quiera ser feliz, sino que debe querer alcanzar algo o alguien (una mujer, un hombre, un objeto, el poder) que lo haga feliz.
Enseñar, educar son verbos y como tales indican acción. Una acción que puede concebirse en términos de acción dramática, entendiendo este término en su acepción etimológica y no en la significación popular. Drama como conjunto de acciones en pos de un objetivo y no como situación lacrimógena o triste. Acción dramática no llevada adelante por un héroe a la manera clásica sino a través del protagonismo de un conjunto o, mejor aún, el grupo docente-alumnos que deberá superar obstáculos, resolver conflictos derivados de la acción misma pero no necesariamente del antagonismo entre las personas.

(Continuará)

sábado, 19 de febrero de 2011

Certezas del enseñar y dudas del aprender - 3

Documento 3                                                          por Jorge Surraco

Reflexiones I
Praxis, reflexión y acción para transformar
Julio Barreiro, en el estudio preliminar a La educación como práctica de la libertad, de Paulo Freire, nos dice que para el autor “... la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo.”
Pensada de esta manera la educación es un acto de comunión, un encuentro, donde los seres humanos se ayudan a descubrir su palabra, a ser dueños de su propia voz.
“No puede haber palabra verdadera que no sea un conjunto solidario de dos dimensiones indicotomizables (partido en dos), reflexión y acción. En este sentido decir la palabra es transformar la realidad. Y es por ello también que el decir la palabra no es privilegio de algunos, sino derecho fundamental y básico de todos los seres humanos. Pero, a la vez, nadie dice la palabra solo. Decirla, significa decirla para los otros. Decirla significa necesariamente un encuentro de los seres humanos. Por eso, la verdadera educación es diálogo”. (Paulo Freire, La educación como práctica de la libertad, Siglo XXI Argentina)


Así planteada, la educación es un acto de amor en el sentido más comprometido, despojado y lúcido de la palabra; de coraje, en el significado más enérgico, visceral y activo del término. Es un andar atractivo e inquietante hacia la libertad. Si logra sus propósitos implica el paso de la conciencia mágica a la conciencia ingenua, de allí a la conciencia crítica y, como meta necesaria, la conciencia activa. El término conciencia en este caso se refiere a los distintos niveles de captación y comprensión del mundo real que pasa a ser nuestra realidad.
“La conciencia crítica es la representación de las cosas y de los hechos como se dan en la existencia empírica. En sus correlaciones causales y circunstanciales. La conciencia ingenua (por el contrario) se cree superior a los hechos dominándolos desde afuera y por eso se juzga libre para entenderlos conforme mejor le agrada. La conciencia mágica, por otro lado, no se considera “superior a los hechos” dominándolos desde afuera, ni se juzga libre para entenderlos como mejor le agrada. Simplemente los capta, otorgándoles un poder superior al que teme... Es propio de esta conciencia el fatalismo que lo lleva a cruzarse de brazos, a la imposibilidad de hacer algo frente al poder de los hechos consumados...” (Vieira Pinto, Álvaro: Consciencia e Realidade Nacional, Río, ISEB, M.E.C. – Citado por Paulo Freire en La educación como práctica de la libertad)

Se entiende que estos niveles de conciencia se transforman uno en otro en un proceso de transitividad, de cambio. Para Paulo Freire la conciencia mágica está más ligada a un estadío de intransitividad, de quietismo, de ausencia de compromiso. También refiere a una posible distorsión o patología de la conciencia ingenua, cuando se carga de simplicidad en la interpretación de los problemas, de prejuicios, de impermeabilidad a la investigación y una acentuación del gusto por las explicaciones frágiles en la argumentación, lo que conduce a la conciencia fanática.
“Es propio de la conciencia crítica su integración con la realidad (mundo real), mientras que lo propio en la ingenua es su superposición a la realidad (mundo real)”. (Paulo Freire, obra citada)
Se ha planteado como meta necesaria a la conciencia activa, pero la realidad es que cualquier nivel de comprensión de la realidad construida sobre el mundo real, lleva en algún momento a la acción. Pero... “la naturaleza de la acción corresponde a la naturaleza de la comprensión...” dice Paulo Freire o lo que es lo mismo, si la compresión es crítica, la acción también lo será. Si la comprensión es mágica, del mismo modo será la acción.

Un punto de partida

Todo esto implica ver el tema desde otra perspectiva distinta a la que tradicionalmente recorre la enseñanza en general. No partir de lo que el profesor sabe o quiere enseñar, sino de lo que el alumno, futuro profesional, necesita aprender en la situación de cambio e incertidumbre permanente de la vida actual. Esta idea no implica sojuzgar al docente sino transformar el aula en un laboratorio de aprendizaje donde enseñantes y enseñados construyen cotidianamente el conocimiento individual y colectivo, enriqueciéndose mutuamente en un dar y transformar lo mejor de cada uno. Porque educar no significa en su etimología llenar de conocimientos o  adaptar el sujeto a un conjunto de concepciones, sino extraer,  en el sentido de la metáfora socrática referida al papel del educador, comparándose el mismo Sócrates, a través de Platón, con la comadrona que ayuda a alguien a dar a luz.

En la Mayéutica, en diálogo con Teeteto, el filósofo dice en determinado momento:
“SÓCRATES: El oficio de partear, tal como yo lo desempeño, se parece en todo lo demás al de las matronas, pero difiere en que yo lo ejerzo sobre los hombres...y en que asisten al alumbramiento no los cuerpos, sino las almas... Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de mí, y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el dios a hacerles concebir”. (Platón, Diálogos Selectos, Centro Editor de América Latina).

Preguntar, cuestionar, discernir con seguridad, si lo que el alma de un joven siente es un fantasma, una quimera o un fruto real..., es la función que Sócrates (Platón) adjudica al educador o por lo menos a sí mismo como educador, aunque se refiere a otros intentos de su época como educación viciosa, que hacen más caso de quimeras y fantasmas que de la verdad. Esta acción  conduce a dolores (que el educador puede despertar o apaciguar, cuando quiere, en virtud de su arte), produce descubrimientos, cambios en su personalidad, en su vida y establece las bases de un futuro.
Por eso “...la educación tendría que ser, ante todo, un intento constante de cambiar de actitud. De crear disposiciones democráticas a través de las cuales... se sustituyan hábitos de pasividad por otros de participación e ingerencia...” (Paulo Freire, obra citada)

La enseñanza socrática no pertenece solamente a la antigüedad, sino que ha tenido su proyección a lo largo de la historia y actualmente se la considera una valiosa estrategia de enseñanza, planteada y estudiada así por David Perkins en su libro La escuela inteligente, basándose en el tercer método educativo creado por Alfred Adler.


El centro del accionar educativo
La educación tradicional ha centrado su acción en el sujeto que enseña donde el sujeto que aprende se convierte en objeto, en un depósito, una conciencia concebida como un espacio vacío que debe ser llenado por fragmentos de conocimientos concebidos por otros. Desde la nueva perspectiva surge una educación dialogal, que se opone a la educación monologal tradicional. Educación dialogal no es solamente educación por medio del diálogo. Significa que nadie puede adjudicarse el mérito de educar a alguien; que tampoco nadie se educa solo y que sujeto que aprende y sujeto que enseña, se educan entre sí mediatizados por el mundo, por su contexto.

“Una sociedad de aprendizaje, parte de la base de que todos sus miembros son aprendices permanentes. Unos a otros se facilitan los aprendizajes. La universidad tradicional y contemporánea ha centrado la formación en el sujeto que enseña. Se han creado dos culturas: el sujeto que aprende (estudiante) y el sujeto que enseña (profesor). Se admite, que sin estudiantes no existe la universidad, pero todas las contingencias del aprendizaje se organizan de forma tal que, aún sin intención, dan más valor al que enseña que al que aprende. El concepto de libertad de cátedra se ha ido aplicando a la labor del profesor únicamente, sin incluir al estudiante, cuando preferiblemente debería ser utilizada para el libre flujo del conocimiento. Las dos culturas tendrían que dar paso a una sola: a la del sujeto que aprende. Una universidad en donde todos formen parte de una comunidad de aprendizaje permanente. En donde, profesores y estudiantes sean aprendices; donde la administración y gestión del sistema se oriente a facilitar expresamente el proceso de aprendizaje y creación: y en donde los programas de estudio se diseñen, modifiquen y transmitan día a día en función de las innovaciones, nuevos conocimientos y nuevas tecnologías de enseñanza-aprendizaje..... Conlleva la dosis de humildad necesaria de quien por su experiencia y capacidad, reconoce sus limitaciones, comparte sus conocimientos y aprende hasta el final de sus días lo mucho que desconoce. ...donde aprender es una aventura compartida, fascinante, intrigante y necesaria, en vez de autoritaria, fatigosa y aburrida.”
(Miguel Ángel Scotet-La formación Universitaria frente a la Explosión del Conocimiento)

(continuará)

jueves, 3 de febrero de 2011

Vigencia de Roberto Epele (video)


Esta es la última secuencia del documental que realizáramos sobre el Maestro Roberto Epele entre los años 2007 y 2009. Lo que puede verse aquí como su título lo indica, es la vigencia del pensamiento y la acción de este hombre extraordinario.

Roberto Epele (Maestro)

Roberto Epele
 Roberto Epele, maestro inolvidable de Gualeguay, fue pionero en la obra humanitaria de contención y educación de la infancia desvalida, así como ejerció notable influencia en la formación de una generación de jóvenes que acudió a su inteligencia para poder alcanzar otras esferas del conocimiento, jóvenes que posteriormente llegaron a ser figuras relevantes de Gualeguay. Como síntesis de la figura de este hombre excepcional, transcribimos dos textos que nos parecen muy apropiados para recordarlo por la concisión y máxima expresión. Ambos textos fueron encontrados entre la gran cantidad de documentos que la hermana de Roberto, Chela Epele para mí, Mis Epele para sus alumnos gualeyos, nos facilitara en oportunidad de la realización del documental sobre la vida del maestro.

El primer documento, nos trae las palabras que el Dr Alfredo Urteaga, destacado abogado de Gualeguay, pronunciara con motivo de la inauguración del mausoleo levantado en 1965 en el cementerio de Gualeguay: 

Mausoleo de Roberto Epele en Gualeguay
 “La vida de Roberto Epele no puede exponerse como una biografía jalonada de fechas y hechos importantes. Lo grande de su vida fue un silencioso darse hora tras hora con profundo amor a sus semejantes. Su obra tampoco puede exponerse en forma común, pues no puede exponerse en exponentes materiales. Está en el interior de cada uno de los alumnos que tuvimos el raro privilegio de acercarnos a sus aulas. Y también en todos aquellos que sólo fueron espectadores de una existencia espiritual que desentonaba humildemente en el reino del materialismo… Vivimos tan de lleno en el mundo del egoísmo y del materialismo que tenemos nublado nuestro entendimiento para las cosas del espíritu. Nos resulta difícil comprender el espectáculo de un hombre que vive las enseñanzas de Cristo, sin adaptaciones… Su obra está viva en las semillas que germinan silenciosamente en nuestra alma. En su mausoleo sólo hemos transcripto una frase del Evangelio que nos recuerda que vive: Dios es Caridad. El que permanece en Caridad permanece en Dios y Dios en él (1 jn 4,16).

Frente del Hogar San Juan Bosco
El segundo documento es un poema que también resume en este caso poéticamente, ese relámpago que fue el paso de Roberto Epele por este mundo. En la sigla de la firma al pie del poema, creemos descubrir a Julio Faggiana, notable músico y poeta de Gualeguay. Si es así tenemos, en los documentos transcriptos, el testimonio de alguien que lo conoció de cerca, el Dr. Alfredo Urteaga, y el homenaje de quién no lo conoció pero igualmente recibió el impacto de su influencia. 
 
Imagen del poema original de Julio Faggiana

Josefa, Nicolás y Robertito
Roberto Epele nació en Gualeguay el 11 de setiembre de 1904. Sus padres fueron doña Josefa Eduarda Moreyra y don Nicolás Epele. Fue el mayor de siete hijos. Sus estudios primarios los cursó en la Escuela Normal de Gualeguay y los secundarios en el famoso
Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, siendo interno del albergue para estudiantes “La Fraternidad”. En Uruguay fue estudiante de primera línea y líder estudiantil y político. En Buenos Aires ingresó a la Facultad de Medicina, carrera que no terminó. Descubrió su amor por la matemática, en cuyo campo trabajó y, caso curioso, camino por el cual llegó a Dios desde su agnosticismo. En Gualeguay, fue director del Hogar Escuela San Juan Bosco, desde su fundación en 1942 hasta el 6 de febrero de 1960, fecha en la que falleció durante una 
de sus clases.


Celia Epele
Portada del libro de Celia sobre su hermano
  No conocí a Roberto Epele ni comparto su fe religiosa, pero una serie de hechos y la sensación de sentir su presencia en las calles de Gualeguay, en los comentarios tanto de los que lo conocieron como de aquellos que habían heredado referencias, me llevaron a realizar un documental sobre su vida, que demandó un trabajo de investigación y documentación entre los años 2007 y 2009, a partir de relacionarme con su hermana y preservadora de su memoria, Chela, Celia o Mis Epele, como se la conoce. 

El documental “Conociendo al Maestro Epele”, no es un documento objetivo ni es el reflejo de la opinión de sus admiradores, sino la exposición del proceso de mi propio acercamiento a su figura. El video fue estrenado en Gualeguay en mayo de 2009 en el Hogar Escuela San Juan Bosco y en este blog ofrecemos dos secuencias de las quince y 94 minutos que componen el documental.         Jorge Surraco

Roberto Epele joven