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domingo, 4 de agosto de 2013

Las múltiples caras del Libertador 1



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 1

Por Jorge Surraco Ba

Oleo de José Gil de Castro-Chile.1818
             De todos nuestros próceres, probablemente don José Francisco de San Martín y Matorras, sea el más retratado visual y literariamente hablando. Creemos que quién puede acercársele o quizá superarlo, sea  el libertador que concluyó la obra iniciada por el argentino. El también nuestro: Simón Bolívar. Precisamente, el retrato de Bolívar que acompañó a San Martín en su exilio, fue pintado por su hija Merceditas.
            Pero es muy difícil para nosotros hacernos una idea cabal de cuál era la fisonomía de José de San Martín; de cuál era su presencia física. Más difuso queda, tener un concepto apropiado de sus expresiones faciales, pero datos y referencias no faltan para que intentemos una aproximación a su figura. Tarea complicada porque los retratos pintados difieren bastante de uno a otro y algo similar pasa con los retratos escritos.
 
Grabado de Cooper-Londres 1921
Trataremos de hacer un repaso de las principales descripciones que se han hecho, a cargo de quienes lo han conocido personalmente. De allí surgirán rasgos coincidentes en la apreciación de los testigos. Pero otros serán relativamente contradictorios. Aparecen características físicas como su estatura y corpulencia, con tendencia general hacia la armonía de proporciones: la oscuridad de su piel, que debe haber sido muy mentada aquí después de su exilio, pues Juan Bautista Alberdi se asombra de no ver al indio que había formado en su mente. Su voz, que era varonil, baja y bien manejada al hablar; y, sobre todo, la particularidad de sus ojos: "La mirada terrible", como escribió Vicuña Mackenna. “Tienen un fuego y animación que se harían notables en cualesquiera circunstancias", dice un testigo: ''negros rasgados y penetrantes'", complementa otro; yuna mujer —desafecta a San Martín, por otra parte— apunta que sus ojos "tienen una peculiaridad que solo había visto antes una vez en una célebre dama: son oscuros y bellos pero inquietos: nunca se fijan en un objeto más de un momento, pero en ese momento expresan mil cosas" (Mary Graham, 1822).[1]
Miniatura de José Gil de Castro-Chile-1817

De los retratos pintados de San Martín que conocemos, podemos inferir la preocupación que tuvieron sus autores, por fijar la particularidad de su mirada, quizá casi imposible de plasmar en una pintura. Se menciona también su sonrisa cautivadora y se dan referencias de su gesticulación, como el fragmento en el que Jerónimo Espejo relata el golpe del dedo sobre el botón desabotonado del subalterno, o el “¡Eh, Está usted”, acompañado de una vibración en sus dedos, como para ver si lo han comprendido.

Nos detendremos en esta oportunidad en los retratos literarios que lo describen físicamente para, más adelante, trabajar sobre los retratos pintados, que si bien ya disponemos de una buena cantidad de reproducciones diferentes, aspiramos a lograr en un tiempo, sino la totalidad existente, por lo menos un número que se le aproxime. En cuanto a los aspectos morales y conductuales, mucho se ha publicado hasta el hartazgo por lo que no es objeto de nuestro interés por el momento.
 
Miniatura anónima-Lima 1822
Así lo vio un agente del gobierno norteamericano
“Tiene, según creo, 39 anos; es hombre bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies, cutis muy amarillento, pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y penetrantes, nariz aquilina; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una expresión singularmente simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la réplica tan viva como el pensamiento.”[2] Worthington, así se llamaba el agente de Estados Unidos, que lo entrevistó antes de la batalla de Maipú.

De un oficial británico que combatió por la causa americana
“San Martín es alto, grueso, bien hecho y de forma marcadas: rostro interesante, moreno, y ojos negros rasgados y penetrantes. Sus maneras son dignas, naturales, amistosas, sumamente francas, y que disponen infinito a su favor. Su conversación es animada, fina e insinuante, como la de un hombre de mundo y de buen trato.”[3]  Guillermo Miller era el oficial británico que combatió para los americanos (vaya a saber por qué), lo conoció en Chile en 1818.
 
Miniatura de Wheeler-Londres-1823
Un comerciante inglés lo describe así
         “. . .Me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de los Andes. Es de elevada estatura y bien formado, y todo su aspecto sumamente militar: su semblante es expresivo, color aceitunado oscuro, cabello negro y grandes patillas sin bigote: sus ojos grandes y negros tiñen un fuego y animación que se harán notables en cualesquiera circunstancias.”[4]  El comerciante inglés, Samuel Haigh Residió diez años en América del Sur. Llegó a Buenos Aires en 1817 y al año siguiente conoció a San Martín.

Un marino de la Real Armada Británica
         “Junio 25 de 1821. — Hoy tuve una entrevista con el general San Martín a bordo de una goletita de su propiedad, anclada en la rada del Callao…
Litografía de Nuñez de Ibarra
…A primera vista había poco que llamara la atención en su aspecto, pero cuando se puso de pie y empezó a hablar, su superioridad fue evidente. Nos recibió muy sencillamente, en cubierta, vestido con un sobretodo suelto y gran gorra de pieles, y sentado junto a una mesa hecha con unos cuantos tablones yuxtapuestos sobre algunos barriles vacíos. 

Es hombre hermoso, alto, erguido, bien proporcionado, con gran nariz aguileña, abundante cabello negro, e inmensas espesas patillas obscuras que se extienden de oreja a oreja por debajo del mentón; su color era aceitunado obscuro, los ojos, que son grandes prominentes y penetrantes, negros como azabache; siendo todo su aspecto completamente militar. Es sumamente cortés y sencillo, sin afectación en sus maneras, excesivamente cordial e insinuante, y poseído evidentemente de gran bondad de carácter; en suma, nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más irresistible.”[5] Basilio Hall, marino escocés que recorrió las costas del Pacífico en la época de la guerra de la independencia.
 
Oleo de Mariano Carriles-Lima 1822
A un señor sueco le gustó muy poco
            “…San Martín es hombre de estatura mediana, no muy fuerte, especialmente la parte inferior del cuerpo, que es más bien débil que robusta. El color del cutis, algo moreno con facciones acentuadas y bien formadas. El óvalo de la cara alargado, los ojos grandes, de color castaño, fuertes y penetrantes como nunca he visto. Su peinado, como su manera de ser en general, se caracteriza por su sencillez y de apariencia muy militar. Habla mucho y ligero sin dificultad o aspereza, pero se nota cierta falta de cultura y de conocimientos de fondo… Con los soldados sabe observar una conducta franca, sencilla y de camaradería. Con personas de educación superior a la que él posee, observa una actitud reservada y evita comprometerse… 
 
Miniatura anónima sin fecha
Algo difícil de fiarse en sus promesas, las que muchas veces hace sin intención de cumplir… Trabaja mucho, pero en detalles, sin sistema u orden… Hay motivos para reprocharle no haber actuado con energía…”[6]  Jean Adam Graaner se llamaba este señor sueco que conoce a San Martín en mayo de 1818, en Buenos Aires, en un viaje que hace el Libertador, luego de triunfar en las batallas de Chacabuco y Maipú. ¿Es posible que este dato de dos batallas ganadas que aseguran la independencia de dos países y el conocido cruce de los Andes, hayan motivado una visión negativa del héroe? (¿O sí?).

Continúa en la entrada siguiente


[1] Diario La Prensa de Buenos Aires del 25 de febrero de 1978.
[2] Worthington, W.G.D., El día de Maipú; Incluido por José Luis Busaniche en San Martín visto por sus contemporáneos, Buenos Aires, 1942, pag. 104.
[3] Miller, Guillermo
[4] Haigh, Samuel, Bosquejo de Buenos Aires, Chile y Perú,
[5] Hall, Basilio, El general San Martín en el Perú, Incluido por José Luis Busaniche en Estampas del Pasado, t.1, Hyspamérica, Buenos aires, 1986.
[6] Graaner, Jean Adam, Las provincias del Río de la Plata, Incluido por Busaniche, idem ref. 5.

Las múltiples caras del Libertador 2 (continuación)



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 2

Por Jorge Surraco Ba


Dos oficiales de su ejército lo vieron de esta manera
Oleo atribuido a la Prof de Mercedes-1829
         “El general San Martín era de una estatura más que regular, su color moreno, tostado por las intemperies; nariz aguileña, grande y curva: ojos negros, grandes y sus pestañas largas; su mirada era vivísima, que al parecer simbolizaba la verdadera expresión de su alma y la electricidad de su naturaleza; ni un solo momento están quietos aquellos ojos: era una vibración continua la de aquella vista de águila; recorría cuanto le rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de las personas, sin que se le escaparan aun los pormenores más menudos. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba muchas simpatías. EL grueso de su cuerpo era proporcionado al de su estatura, y además muy derecho, garboso, de pecho saliente, tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, el soldado de campaña. Su cabeza no era grande, más bien era pequeña, pero bien formada: sus orejas eran medianas, redondas y asentadas a la cabeza, esta figura se descubría por entero, por el poco pelo que usaba, negro, lacio, corto y peinado a la izquierda, como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la revolución. 

Litografía-Génova 1850
Su boca era pequeña: sus labios de regular grueso, algo acarminados,[1] con una dentadura blanca y pareja; usó en los primeros años un pequeño bigote y patilla corta y recortada; ésta fue su costumbre general, desde que fue de intendente a Mendoza. Lo más pronunciado de su rostro eran unas cejas arqueadas, renegridas y bien pobladas. Pero en cuanto fue ascendido a general, se quitó el bigote. Su voz era entonada de un timbre claro y varonil, pero suave y penetrante, y su pronunciación precisa y cadenciosa… 
Litografía de Madou-1828

…Su traje, por lo general, era de una sencillez republicana, Vestía siempre en público el uniforme de granaderos a caballo, el más modesto de todos los del ejército, pues no tenía adornos ni variedad de colores i como otros cuerpos usaban en aquel entonces.

Su vestido familiar dentro de casa, era una chaqueta de paño azul larga y holgada, guarnecida por las orillas y el cuello con pieles de marta de Rusia, y cuatro muletillas de seda negra a cada lado para abrocharla por delante; en invierno, un levitón o sobretodo de paño azul hasta el tobillo, con bolsillos a cada costado a la altura de la cadera, y por delante, botonadura dorada para abrocharlo; y de ordinario, usaba una cachucha[2] de pieles de marta de Rusia también, con un galón de oro angosto en la visera. Con el mismo levitón, solía salir otras veces, a la calle, en los días fríos y lluviosos, pero con elástico y con sable.” 
General Jerónimo Espejo




 El coronel Manuel Antonio Pueyrredón, oficial del Ejército de los Andes, es quien lleva originalmente al papel esta descripción. Años después, el general Jerónimo Espejo, la tomó para su libro “El paso de los Andes”. El hecho de que Espejo integrara el ejército de San Martín, da cierto matiz de veracidad a esta descripción.[3]






Litografía de Madou-Bruselas 1827

El encuentro con Juan Bautista Alberdi
         “…Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común, ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo; yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y sin embargo le que lo está más que cuando hacia la guerra en América me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne; pero lo hallé vivo, fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llaneza de un hombre común…
Así lo vio Alexander Clark-Londres 1829

         …Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote a pesar de que hoy los llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete sin embargo una inteligencia clara y despejada; un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente, cada vez que se abren sus ojos llenos aún del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca, pequeña y ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe: la barba es aguda.
Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra atada con negligencia, chaleco de seda negro, levita del mismo color, pantalón mezcla celeste, zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse, acepté y cerré con mis dos manos la derecha del grande hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y del Perú.”[4] El primer encuentro de Alberdi con San Martín, se produjo durante 1843, en la casa de un amigo en París.
 
Uno de los 2 daguerrotipos de 1848
            Esperamos haber contribuido a reunir las distintas descripciones físicas escritas del General San Martín, para que puedan ser comparadas y que los lectores puedan formar “su” imagen visual del Libertador. Por nuestra parte quedamos con la intención de reunir la mayor cantidad de retratos pintados, muchos de los cuales son muy conocidos y otros no. Al respecto vale consignar que San Martín, además de ser una figura relevante de nuestra historia patria, forma parte también de la historia de la fotografía. Recordemos que en 1848, fue retratado en dos oportunidades, por la novedosa, en ese momento, técnica del daguerrotipo.



[1] Acarminados: que tiene color de carmín.
[2] Cachucha: especie de gorra
[3] Diario La Prensa de Buenos Aires; El retrato del General San Martín, 25 de febrero de 1978.
[4] Alberdi, Juan Bautista,

jueves, 4 de julio de 2013

LOS FESTEJOS DEL 9 DE JULIO EN GUALEGUAY HACIA 1890



Por el Prof. Gustavo Cichero

A lo largo de nuestra historia como nación independiente, las Fiestas Julias han sido las más importantes junto a las Fiestas Mayas.


El periódico La Discusión  de Gualeguay, correspondiente a los días 8 y 11 de julio de 1890, registra los actos conmemorativos a la gesta independentista.
En esa oportunidad, el programa de festejos se distribuyó en dos días: 8 y 9 de julio.
Según el periódico, las fiestas julias fueron “brillantes y lucidas […] El programa perfectamente organizado y distribuido se realizó brillantemente en los dos días de festejos” (1)

La evocación comenzó el día 8 de julio, con salvas de bombas en la Municipalidad al  medio día y posteriormente a las 20 hs. Por la noche se iluminaron los edificios de la Jefatura, Municipalidad, Aduana y la tienda “Ville de París”.
Al día siguiente, a la salida del sol, nuevas bombas anunciaron a la población del día patrio e invitaron al Te Deum en el Templo de la Parroquia San Antonio a las 11 hs. Los actos continuaron a las 14 hs en la Municipalidad, donde el intendente Eseyza presidió los eventos. A los mismos concurrió numeroso público, dentro de los que se contaron alrededor de 400 alumnos.

“Después de breves palabras pronunciadas por el Presidente de la Municipalidad, señor Eseyza se dio comienzo a la 1° parte del programa con el Himno Nacional Argentino cantado por varias alumnas de las escuelas acompañadas al piano por la distinguida profesora señorita Isabel Narvarte, recibiendo unánimes aplausos de los concurrentes. Siguió el niño Bonazzola con la lectura del Acta de la Independencia […]” (2).

Seguidamente, tal como se encontraba en el programa, los alumnos  fueron protagonistas, realizando las siguientes presentaciones: discurso sobre la gloria del libertador Bolivar; composiciones “A los héroes de la independencia”, “Americanos”, baile de la mazurca “Recuerdo de colegio”; poesías “A mi bandera” y “La bandera de Mayo”; diálogo “La patria del alma”; en piano se ejecutó “La Norma de Bellini”; composiciones “El granadero de San Martín”, “Una hoja de laurel”, “Oda a la libertad”

Con esta última composición terminó la primera parte del programa, sucediéndolo un corto intervalo en el que se sirvió un lunch a los concurrentes.

La segunda parte del programa comenzó con la composición en verso “Los defensores de la patria”, cantada por varias alumnas y acompañadas en piano la señorita Isabel Narvarte. Otras composiciones ejecutadas fueron: “A San Martín”, “A la patria”, “La libertad y la América”. Después se ejecutó un chotis en piano. Siguieron un discurso y tres composiciones, terminando el programa con la ejecución en piano de “Souvenir de Marta” del compositor Flotow.

Posteriormente a esto, el intendente declaró clausurado el acto y la gente se trasladó a la plaza Constitución, donde los batallones escolares, acompañados por la Banda del pueblo, cantaron en coro el Himno Nacional y “A Rivadavia”, mientras las bombas continuaban explotando.

Con este nutrido programa de actos y una masiva participación popular, nuestra ciudad se adhirió a los festejos de una de las fechas patrias más recordadas en todo el país


1) Periódico “LA DISCUSIÓN”. Gualeguay. Año XIII. N° 1659. Viernes 11 de julio de 1890. Pág. 2.

2) Ídem.

Fuentes

1) Periódico “LA DISCUSIÓN”. Gualeguay. Año XIII. N° 1658. Martes 8 de julio de 1890. Pág. 2.

2) Periódico “LA DISCUSIÓN”. Gualeguay. Año XIII. N° 1659. Viernes 11 de julio de 1890. Pág. 2.



domingo, 30 de junio de 2013

¿Por qué Entre Ríos no estuvo en el Congreso de Tucumán en 1816?



Por Jorge Surraco Ba


Cuando hacemos la pregunta planteada en el título de esta nota, a personas interesadas en la historia de la Patria, la respuesta es un nuevo interrogante que encierra una mezcla de sorpresa e incredulidad: ¿Cómo que no estuvo? Pero la verdad es que no estuvo, como tampoco estuvieron representantes de varias provincias de la región litoral de la actual  Argentina. Lo que sucede es que en la enseñanza de nuestra historia en los ámbitos  educativos de todos los niveles, como en la difusión popular, se omiten hechos concretos de la historia que permitirían hacer otro tipo de interpretación de nuestro pasado, herramienta fundamental para explicarnos el presente.

La idea que se transmite, tácitamente, es que todas las regiones integrantes de las Provincias Unidas del Río de La Plata viajaron rauda y entusiastamente a Tucumán para declarar la independencia de la Patria. Pero lo cierto, es que el Congreso de Tucumán no se convocó para declarar la independencia, como sí lo había sido la Asamblea del año 13 (que no lo hizo), sino para “formar la Constitución”. Y no es que las provincias del Litoral no quisieran una constitución, sino que exigían mucho más.
Pero antes de entrar en tema veamos, en el siguiente cuadro, las ciudades que enviaron sus representantes:


Ciudades
Representantes
Buenos Aires
Juan José Paso, Antonio Sáenz, Pedro Medrano, fray Cayetano Rodríguez, José Darregueira, Tomás Manuel de Anchorena y Esteban Gascón.
Tucumán
Pedro Míguel Arároz y José Ignacio Thames.
San Luis
Juan Martín de Pueyrredón.
San Juan
Fray Justo Santa María de Oro, Francisco Narciso Laprida.
Mendoza
Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza.
Jujuy
Teodoro Sánchez de Bustamante.
Santiago del Estero
Pedro Francisco de Uriarte y presbítero Pedro León Gallo.
Catamarca
canónigo Manuel Antonio Acevedo y José Antonio Olmos.
La Rioja
Canónigo Pedro Ignacio de Castro Barros.
Córdoba
Eduardo Pérez Bulnes, Jerónimo Salguero y Cabrera, José Antonio de Cabrera y Miguel del Corro.
Salta
Mariano Boedo y José Ignacio de Gorriti.
Charcas
José Mariano Serrano y José Severo Malabia.
Mizque
Pedro Ignacio Rivera
Chichas
Juan José Fernández Campero

En primer lugar llamamos la atención sobre la disparidad en el número de representantes por cada ciudad de las provincias Unidas. Se puede explicar en función de la cantidad de habitantes en cada localidad y el porcentaje de representantes establecido por la convocatoria, pero pensamos que tal porcentual obedeció a razones políticas que buscaban la preeminencia de Buenos Aires.
            Un segundo aspecto a destacar es que Córdoba había objetado al principio el estatuto de la convocatoria pero, finalmente acepta concurrir sin romper su alianza con la Liga de los Pueblos Libres del Litoral. La ciudad de Salta que también se había opuesto, accede enviar sus representantes y estos llegan con las sesiones no solo iniciadas sino bastantes avanzadas.

            Observar que las tres últimas ciudades de la lista están situadas en el actual territorio de Bolivia o Alto Perú como se lo llamaba en la época del Congreso, integrante de Las Provincias Unidas y que en ese momento había quedado nuevamente bajo el dominio de las fuerzas del rey borbónico. Algunos de dichos representantes habían sido designados con anterioridad al avance realista y otros elegidos por el Cabildo de Buenos Aires entre los exiliados altoperuanos en esa ciudad. Esto podría explicar el apoyo incondicional de esos diputados a los planteos políticos e instrucciones del gobierno central.

Gervasio de Artigas

            Quienes no concurrieron fueron los representantes de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, la Banda Oriental y Paraguay, provincia entonces ésta última, que estaba en pugna con el centralismo porteño desde 1811; se había negado a enviar diputados a la Asamblea del año 13 porque Buenos Aires rechazó un proyecto de Confederación que proponía. Además declaró su independencia en 1814 y en el mismo año de 1816, realiza un congreso que designa dictador perpetuo a Gaspar Rodríguez de Francia, enemigo acérrimo de la política porteña. Los mismos problemas con Buenos Aires enfrentaban las otras provincias de este grupo que sumando a Córdoba, habían formado la Liga de los Pueblos Libres bajo el protectorado de Gervasio de Artigas, quién tenía un actitud opositora a la política de Buenos Aires, pero dispuesto a negociar con el centralismo porteño en función de la unión de las regiones que integraban el ex Virreinato del Río de La Plata.

            Desde su primer acercamiento a Buenos Aires, Artigas no es bien mirado por las autoridades porteñas. Se le tiene mucha desconfianza y se intenta, expediciones militares mediante, sacarlo de la escena política. Pero los conflictos mayores comienzan cuando sus enviados a la Asamblea del año 13 son rechazados. Las argumentaciones se basan en algunas formalidades en la elección de los diputados, pero el fondo de la cuestión lo constituyen las instrucciones sobre la organización federal del país que Artigas ha dado a sus representantes para que se traten en el Congreso. En realidad esas propuestas son elaboradas por el Congreso de Peñarol, sobre una base dada por Artigas y luego confirmadas por los cabildos de las provincias que adhieren al caudillo oriental.



Esas ideas molestan al sector conservador porteño, pero cuando se las analiza hoy, comprobamos que están en gran parte incorporadas a la Constitución Nacional desde 1853, como fundamento institucional de la República Argentina. Lo triste es que debieron transcurrir cuarenta años de lucha y muerte para arribar a una solución que estaba propuesta por los pueblos en 1813. 

 
Soldado de las milicias
Artigas por ser el principal referente de esta tendencia, es declarado por las autoridades de Buenos Aires, traidor a la patria y su cabeza puesta a precio. Si bien las invasiones porteñas a las provincias del litoral habían comenzado en 1811, a partir de 1813 se intensifican y algunas, como la comandada por el Barón de Holmberg, tienen la  misión de capturar y dar muerte a Artigas y a sus seguidores.  Pero al Barón no le va nada bien en su intento, porque es derrotado y apresado por los entrerrianos al mando de Ortogués y Hereñú, quienes no proceden de la manera que lo hubiera hecho el austríaco con un resultado a su favor de la batalla del Espinillo. El Barón pudo así seguir con sus estudios botánicos por muchos años más


Carlos de Alvear
1815 es un año crucial. Se produce una revolución que depone al director Supremo Alvear, encarnizado enemigo tanto de Artigas como de San Martín y se disuelve la Asamblea del año 13. Esta revolución es uno más de los golpes y contragolpes de estado que se vienen sucediendo desde 1811 en Buenos Aires y que coloca en el poder a uno u otro de los grupos enfrentados pero coincidentes en sostener la supremacía de la ciudad puerto sobre el resto de las provincias. No se niega que en Buenos Aires hubiera partidarios de las ideas federales, pero no tienen el poder suficiente para imponerse.

Luego del golpe del 15 de abril de 1815, el gobierno y el poder quedan depositados en el Cabildo que designa como “Director de Estado” a Álvarez Thomas que no se hará cargo hasta el dictado del “Estatuto Provisional”. Se elige entonces una “Junta de Observación” de cinco miembros con el encargo de dictar dicho estatuto. Álvarez Thomas, ya en el poder, intenta un acercamiento a Artigas anulando todos los bandos en su contra decretados  por el gobierno anterior. Pero la relación vuelve a romperse al poco tiempo.

 
Habitante dela Banda Oriental
            El Estatuto, entre muchas disposiciones sobre ciudadanía y gobierno, establece en su artículo 30, cap 1, que el Poder Ejecutivo invitará a todas las ciudades y villas de las provincias interiores para el nombramiento de diputados a un congreso “para formar una constitución”, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucumán. Se debía nombrar un diputado por cada 15.000 habitantes. En ninguno de los artículos se habla de declarar la independencia. Además designa al Director de Estado (para todo el país) por su cuenta sin consultar a las provincias. Éstas, en su gran mayoría, rechazan el estatuto y al Director designado. Sólo aceptan la convocatoria al Congreso de Tucumán. Los Pueblos Libres, sintiéndose burlados, lo rechazan en su totalidad y convocan a un congreso propio en Arroyo de la China, que declara la independencia pero no la separación del resto de las provincias con las cuales propone formar una confederación de estados soberanos.

Este congreso llamado “de Oriente”, envía una delegación a Buenos Aires para tratar una serie de temas y poder llegar a un acuerdo. Cuando arriban a Buenos Aires, los delegados no son recibidos por el Director de Estado y son recluidos en la fragata “Neptuno” de donde no podrán salir y de allí deberán parlamentar con enviados del gobierno. 

Juan José Viamonte
Ninguna de las propuestas de los Pueblos Libres son por lo menos tratadas y las contrapropuestas porteñas son una serie de imposiciones que Artigas debería aceptar y enviar delegados a Tucumán para seguir con las negociaciones. Buenos Aires mientras propone un tratado de paz, ordena al general Juan José Viamonte y a su ejército, que ingrese a la provincia de Santa Fe bajo el rótulo de “Ejército de Observación”. Las relaciones se rompen nuevamente.


Estanislao López
            Así están las cosas en 1816, a tal punto que al mismo tiempo que se inician las deliberaciones del Congreso de Tucumán, marzo de ese año, la fuerza militar porteña al mando del general Viamonte, es derrotada y expulsada por una sublevación popular acaudillada por el gobernador Vera y  el capitán Estanislao López, debiendo Buenos Aires acceder a reparar los daños y saqueos producidos por ese ejército. 

          Mientras tanto continúan las acciones diplomáticas y militares para anular la influencia de Artigas en la región, entre ellas la invasión de fuerzas militares portuguesas a la Banda Oriental, cuyos objetivos son hacer base en el Río de La Plata, apoderarse de la Banda Oriental y aniquilar a Artigas porque también les molestaba por su influencia sobre Río Grande y Las Misiones. Pero llama la atención que un enviado de Buenos Aires a la corte del Brasil, Nicolás Herrera, ingresa con el ejército invasor como secretario del Jefe máximo del mismo, el general Lecor, mientras que otro delegado porteño tristemente célebre, Manuel José García y el representante inglés en la corte de Río de Janeiro, Lord Strangford, apoyan la invasión. 

 
Artigas en 1815
El Congreso de Oriente se disuelve considerando que no hay unión posible y los diputados de Los Pueblos Libres deciden no ir a Tucumán. Pero Artigas no se limita a la cuestión militar y a la organización federal, sino que desarrolla una política económica que toma medidas de apoyo a la producción masiva regional imponiendo altos aranceles a la introducción de artículos de ultramar y muy bajos a los provenientes de las Provincias Unidas del interior. Hay que recordar que en esos años existían aduanas interprovinciales. Quedan libres de derechos los libros, imprentas, máquinas y armas. Se dicta una avanzada legislación colonizadora de la campaña, distribuyendo la tierra pública entre negros libres, indios y criollos pobres. La tierra se daría gratuitamente y no se podía vender, donarla ni contraer hipotecas. También se dispone repartir animales vacunos y caballares de “europeos y malos americanos” que se consideren expropiables.

Declaración de la Independencia en 1816
Mientras tanto el Congreso de Tucumán, entre otras actividades incluidas las misiones de pacificación de los conflictos interprovinciales, declara el 9 de julio la independencia de nuestro país. Pero recordemos que este objetivo no estaba  en la convocatoria y sólo lo hace ante la presión que en tal sentido ejercen San Martín y Güemes a través de sus delegados, Belgrano con su presencia en Tucumán y la postura de Los Pueblos Libres en boca de los delegados de Córdoba. Pero el acta del 9 declara “… una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli”, texto que desagrada a los partidarios de la independencia absoluta que vuelven a presionar y el día 19 de  julio en sesión secreta pedida por el diputado Medrano, se agrega la fórmula “… y de toda otra  dominación extranjera”. 

Francisco Laprida

 La omisión de los congresales porteñistas, que son mayoría en el Congreso, se debe a que se proyecta negociar la coronación de un príncipe relacionado con Portugal cuyas fuerzas invaden la Banda Oriental en ese momento, mientras que el Director Supremo Pueyrredón gestiona por alguien de la corte francesa, en desmedro de la idea de coronar a un Inca.


El Congreso de Tucumán es con toda justicia recordado y homenajeado por esta fundamental declaración de independencia y por haber establecido que la insignia patria era la creada por Belgrano. Es necesario mencionar que hasta ese momento (1816), lo que flameaba en el fuerte de Buenos Aires, eran los colores  borbónicos de Fernando 7º, a pesar que nuestra bandera existía desde  1812, aunque econdida o ¿destruida? según las órdenes dadas a Belgrano por el gobierno de Buenos Aires. 

Artigas en la Ciudadela
  
Se olvidan o disimulan las otras medidas negativas de este congreso que trasladado a Buenos Aires en 1817, dictará la constitución centralista de 1819 que provocará la disgregación de “Las Provincias Unidas de Sur América”. Los temores y desconfianzas respecto a este congreso por parte de Artigas y los Pueblos Libres, se vieron confirmados.

            Fue un congreso contradictorio. Bartolomé Mitre en el capítulo 27 de su “Historia de Belgrano y la Independencia Argentina”, caracteriza al Congreso de Tucumán de la siguiente manera: “… uno de los más raros fenómenos de la historia argentina. Producto del cansancio de los pueblos; elegido en medio de la indiferencia pública; federal por su composición y tendencias y unitario por las fuerzas de las cosas;[i] revolucionario por su origen y reaccionario en sus ideas; dominando moralmente una situación, sin ser obedecido por los pueblos que representaba; creando y ejerciendo directamente el poder ejecutivo, sin haber dictado una sola ley positiva en el curso de su existencia; proclamando la monarquía cuando fundaba la República; trabajando interiormente por las divisiones locales, siendo el único vínculo de la unidad nacional; … cediendo a veces a las exigencias descentralizadoras de las provincias, y constituyendo un poderoso centralismo, este célebre Congreso salvó sin embargo la revolución,[ii] y tuvo la gloria de poner el sello a la independencia de la patria.”


[i]  Aquí Mitre se permite una licencia poética, adjudicando a las fuerzas de las cosas una política determinada por los intereses de los comerciantes y hacendados que no querían compartir los dividendos del puerto.

[ii] Recordar que Fernando 7º había sido restituido en el trono en 1814 y había enviado una poderosa flota para recuperar las colonias americanas y se vivía en esos momentos un retroceso de las revoluciones en el resto de Hispanoamérica. El Río de la Plata fue la única región que mantuvo su revolución gracias a las acciones militares de Güemes, Belgrano, San Martín y Artigas.



BIBLIOGRAFÍA
Reula, Filiberto; Historia de Entre Ríos; tomo 1 – Cap. 16 - Editorial Castellví, Santa Fe, 1971.
Díaz de Molina, Alfredo; El Coronel José Javier Díaz y la Verdad Histórica, Editorial Platero, 1984.
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