No es un homenaje antitético a la Botica del Ángel. Es una mezcla de dos sospechas populares: "de todo como en botica" y "el abogado del diablo". Habrá de todo lo que este irresponsable se permita compartir polemizando, provocando, entreteniendo; hablando de temas como historia, no la conocida, la otra, la ignorada por minúscula; del aprendizaje del aprender, no de la educación aplanadora; del pensar libremente, no del cohibido por los medios y del oficio de documentar lo real, no la realidad.
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sábado, 17 de noviembre de 2012
martes, 1 de mayo de 2012
sábado, 7 de abril de 2012
Un viaje al país de Las Lechiguanas – 7
El estreno de los documentales en Gualeguay
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Vicente Cúneo y Jorge Surraco con pobladores de las islas luego del estreno de los documentales. De botas y pañuelo al cuello, Martín Cardozo. |
El viernes 9 de marzo, de acuerdo a lo que estaba anunciado, estrenamos en Gualeguay los dos documentales sobre Las Islas Lechiguanas. El salón de la Biblioteca Mastronardi destinado a las sesiones de proyección habituales fue desbordado por un público que respondió a la amplia difusión dada por los medios de comunicación gualeyos. Muchas personas presenciaron la proyección de pie a través de ventanas y puertas que comunican con un patio y con el hall de entrada y muchas otras, al no poder ubicarse aún en esas incómodas posiciones, optaron por retirarse.
Al promediar la función, con el acuerdo de las autoridades de la institución, decidimos realizar una segunda proyección que fue anunciada para el miércoles 14 de marzo, también ampliamente difundida, resultando una situación similar a la del día del estreno. Desde temprano, bastante antes de la hora anunciada, muchas personas se acercaron, advertidas tal vez, para lograr una mejor y cómoda ubicación en la sala.
Si bien a todo realizador le produce una enorme satisfacción la respuesta importante de un público que soportó las incomodidades hasta la finalización de los dos documentales, mucho mayor impacto fue advertir la presencia entre el público de ex pobladores de las islas, así como también familiares de las personas que entrevistamos en las islas y se convirtieron en los protagonistas de uno de los documentales. Otro momento emotivo vivido por mí, se produjo antes del inicio del segundo día de proyección, cuando vimos entrar a uno de esos entrevistados, Martín Cardozo, de bombacha y botas, pañuelo al cuello e impecable camisa (sus “pilchas” domingueras), que había viajado especialmente desde las islas para ver los documentales.
No encuentro palabras que expresen lo que sentí en esos momentos. Una rara mezcla de emoción y temor. Emoción por el gesto de semejante viaje, de varias horas por los ríos, seguramente en canoa con un pequeño motor, de un hombre de pocas palabras y gesto adusto y temor, porque tenía frente a la pantalla seguramente al público más exigente y al que podía defraudar si no había logrado reflejar con cierto grado de verdad la vida de estas personas. Era la prueba de fuego para mi mirada sobre las islas.
Cuando luego de la proyección fuimos llamados al frente de la sala para hablar con el público que expresaba su sorpresa por la vida que mostraban los documentales y de la que no tenía conocimientos, traté de forzar un comentario de Martín Cardozo que sólo nos expresó un “muy bien” dicho con una expresión impenetrable, casi de jugador de póquer. Me inquieté, porque si bien dije que era de pocas palabras, su expresión me pareció más una distante cortesía. Pero finalizado todo el acto, cuando todos se levantaban para irse, Martín se acercó, me abrazó y me dijo: “Surraco, venga por allá (su ranchada) cuando quiera y cuantas veces quiera”. Luego accedió a sacarse con nosotros, la foto que encabeza esta nota.
Fue el momento de mi graduación como documentalista.

A los dos canales de TV que hicieron notas publicadas en sus noticieros, realizadas por Julián Cosso de Canal 2 y Natalia Frías de Cablevisión.
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Entrevista grabada en la Hemeroteca de la Biblioteca Mastronardi |
A Daniel Rodríguez que en su programa “AFECTOS”, de Canal 2, me hizo una entrevista que ocupó toda la hora de su espacio. A Pablo Pérez de FM la 1, como siempre, dándome muchos minutos de su programación para que hable con sus oyentes sobre mis proyectos en Gualeguay. A Jorge Barroetaveña que ha tenido, según me contaron, palabras favorables para mi persona y mi obra en sus programas de radio y televisión.
A todas las personas que fueron a ver las proyecciones que además de las incomodidades, soportaron el calor de esas noches gualeyas.
Finalmente a Vicente Jorge Cúneo, a su esposa Nelly y a toda su familia que nos reciben siempre con afecto. De protagonistas de uno de los documentales se han transformado en amigos entrañables, más aún, si me permiten: en hermanos de la vida.
“Los Isleros”, hermosa pintura creada por Vicente Cúneo en homenaje a los pobladores de las Islas Lechiguanas y que tuviera la generosidad de regalarme y hoy preside mi rincón de trabajo en el pequeño recibidor de nuestra casa (aunque parezca antiguo no quiero decir living-room o simplemente “livin”).
Nota: La fotografía que encabeza esta nota se publica por gentileza de Graciela Saavedra y su esposo, quienes son sus autores.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Un viaje al país de Las Lechiguanas – 6 (Video)
Documental cuya Duración es de 44 minutos – Fecha de realización: agosto 2011/febrero 2012.
Como su título lo indica, este documental relata el viaje realizado a las Islas Lechiguanas por seis amigos con el objetivo de conocer algunos y reencontrarse otros, con un paisaje que los deslumbra y reverencian como también con pobladores de antigua data en las islas por los que sienten un respeto y consideración especial. Utilizando la narración del viaje como soporte, se van intercalando relatos de distintas situaciones de vida como algunos aspectos del pasado y de la geografía tanto del lugar como del itinerario seguido en el viaje realizado en agosto del año 2011. Integraron el grupo como realizadores del documental, Claudia Surraco, Alejandro David, Vicente Jorge Cúneo y Jorge Surraco. Miguel Beresiartu y Ramón González, además de conducir el barco, oficiaron de guías y contactos con los pobladores, tarea a la que se sumó también Vicente Cúneo. Participaron en cámara y dieron generosamente sus testimonios, los pobladores Rosa Muñoz, Omar Fernández, Martín Cardozo y Miguel Burgo.
viernes, 27 de enero de 2012
Un viaje al país de Las Lechiguanas – 5
O una travesía a caballo por Las Lechiguanas en 1847
“Un comerciante británico, William Mac Cann, visita la Argentina durante el siglo XIX en dos oportunidades.” Así comenzábamos hace poco más de un año, la nota que inauguró este blog y que tituláramos Un viajero inglés de paso por Gualeguay, en 1847, donde relatáramos esa parte del viaje que Mac Cann realizara a caballo por varias provincias argentinas. Dejamos nuestra crónica cuando el viajero decide continuar su camino para llegar a Buenos Aires, finalizando la nota de la siguiente manera: “Se le presentan dos posibilidades: una por agua, en barco, que era de alguna manera la normal y la otra a caballo atravesando arroyos, islas y ríos. El comandante de Gualeguay le dice que la segunda alternativa no sólo es peligrosa sino irrealizable, exponiéndose a ser atacado por los desertores “que infectan ese distrito”. Contrariamente a lo que podría pensarse, William Mac Cann elige la segunda opción, recorrido que hoy sigue siendo por lo menos complicado con alguna dosis de peligro, realizando en aquellos años un viaje a Buenos Aires que resulta toda una aventura, pero…”, prometiendo a continuación referirnos a dicho derrotero en otra oportunidad.
Hoy, luego de haber realizado nuestro primer viaje a Las Lechiguanas en su zona quizá no totalmente inhóspita, volvemos sobre el viajero británico y su relato con no poca admiración por haber concretado esa travesía a caballo hace más de ciento sesenta años, aunque no hay que olvidar que para que el inglés pudiera hacer esa travesía por única vez, había sin duda numerosos baqueanos que lo hacían habitualmente.
“Pocos días antes (de emprender su viaje, cuenta Mac Cann), una banda compuesta por siete de ellos (desertores), había sido apresada y todos ejecutados de inmediato; nosotros pasaríamos por el sitio donde debían hallarse los cadáveres, a menos que los tigres o las aves de rapiña los hubieran devorado.” Es indudable que don William es un buen narrador que en pocas palabras nos pinta la peligrosidad del camino y el tamaño de su osadía, colocándose en posición de héroe casi mitológico. “Sopesé detenidamente las desventajas que me ofrecían ambos caminos y como el viaje por agua me significaba un molesto retardo de varios días, al final me decidí por atravesar las islas, lo que podía hacer en dos días con facilidad.”
“Acompañado por dos baquianos bien armados y bien montados –como lo iba yo mismo- salí de la ciudad de Gualeguay. El camino corría por una verdadera jungla o selva virgen, guarida natural de los tigres. Al atardecer del día siguiente, estuvimos a la vista del Paraná Pavón y seguimos marchando por una de sus márgenes, durante dos horas, hasta llegar al desembarcadero de la balsa. El servicio de esta balsa se ha establecido para facilitar la conducción de los despachos gubernativos, entre las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. Dos o tres soldados son los encargados de hacerlo.” Dato interesante para remarcar en cuanto a la presencia institucional en la zona en 1847, presencia que hoy los pobladores de la zona reclaman como insuficiente o nula.
Sigamos con Mac Cann. “La luna brillaba en todo su esplendor y nos aprestamos para dormir a la orilla del río. Aunque la jornada… me había fatigado mucho, los mosquitos me molestaron… que ya me parecía imposible lograr algún descanso.” Esto no sólo no ha cambiado sino que es seguro se ha acentuado con mosquitos que a uno le parecen haber crecido de tamaño. “Pero se habían encendido fogatas para llamar la atención de los hombres que se hallaban en la orilla opuesta; éstos las advirtieron y vinieron enseguida para cruzarnos en sus botes. Con esto levantamos muy luego el campamento, para armarlo en la orilla opuesta.”
En este punto el viajero se detiene a escribir sobre los carpinchos que abundan y de los cuales hace una descripción y da una opinión interesante pero que no nos parece pertinente a los fines de esta nota cuyo objetivo es la descripción del viaje.
“En la mañana siguiente, los soldados nos dieron cabalgaduras de refresco y pronto llegamos al río Los Hornillos que en esos lugares tiene una ciento cincuenta yardas de ancho (ciento treinta y siete metros). En pocos minutos nuestros baquianos lo atravesaron nadando con sus caballos y luego volvieron a cruzar el río, solos. Formaron luego con un cuero seco, unidos por sus esquinas, una especie de batea cuadrada, algo como una canoa, que llaman también balsa; tendría unos tres pies de largo por dos y medio de ancho (un metro por ochenta centímetros), con seis pulgadas de profundidad (quince centímetros). Allí pusieron mi equipaje y lo cruzaron en tres viajes consecutivos. Una vez cargada la pequeña embarcación, la conducían al agua y un hombre, nadando, la empujaba hasta la orilla opuesta. Una vez que se hubo trasladado todo mi equipaje, y ya puesto en seguridad, cruzamos nosotros el río, también a nado, llevando las ropas en la balsa.”
Interesante descripción de los cruces de los ríos, forma o técnica que se remonta a la época de la colonia. Cien años antes del viaje del británico, Florián Paucke, misionero jesuita, describe cruces de los ríos de manera similar, en su libro que relata su estada entre los indios mocovíes de 1749 a 1767.
Sigue Mac Cann: “Habiendo cabalgado durante una hora, llegamos al río Perdido y lo cruzamos de la misma manera que el anterior. El río próximo se llamaba el Sacar Calzón (El Sacacalzones o Quitacalzones) y como su nombre lo indica, era vadeable, aunque algo profundo. Por la tarde estuvimos en el río Lechiguanas, que cruzamos con la balsa.” Cabe aclarar que esos ríos que menciona el viajero inglés, mantienen actualmente los nombres que el menciona por lo que es posible marcar el derrotero que siguió, en un mapa de hoy.
“Después de pasar este río (el Lechiguanas), echamos a andar por entre la isla llamada las Lechiguanas.” Esta frase nos llamó la atención porque para la demarcación actual las Lechiguanas tienen por límite norte El Paraná Pavón y el Paraná Ibicuy, por lo que para nosotros Mac Cann entró a las Lechiguanas después del primer cruce ríos. Pero gracias a viejos documentos que nos facilitara el Profesor Gustavo Cichero, hemos encontrado un mapa publicado en 1903 pero que seguramente data de años anteriores, donde las Lechiguanas comienzan después del río del mismo nombre. Por lo tanto la indicación del viajero es correcta para la época en que hizo el viaje.
Continúa don William: “El camino resultó penoso, porque las hierbas gigantes, entrelazadas unas con otras, hacían muy dificultoso y lento el avance; por momentos, apenas si los caballos encontraban una abertura por donde pasar la cabeza y nos veíamos obligados a detenerlos y buscar otro paso entre la maraña. Estuvimos cerca de dos horas entretenidos, contemplando una goleta de gran velamen que bajaba por el río Paraná. Poco después llegamos a la orilla e hicimos un disparo de arma de fuego para que se notara nuestra presencia. Entonces salió un bote desde la margen opuesta, para cruzarnos. Estábamos a unas sesenta leguas de la ciudad de Buenos Aires.
Teniendo en cuenta que la legua inglesa equivale a 4827,9 metros, en términos actuales se encontraba aproximadamente a 290 km lo que lo ubicaría prácticamente en la actual Rosario, lo que no nos parece correcto porque significaría un importante desvío en el camino. Nos parece más acertado, deducido del mismo relato, que hubiese cruzado a San Nicolás de Los Arroyos, localidad importante en esos años o a la actual Ramallo que en ese momento no existía pero que en ese punto ofrecía y ofrece un buen lugar para el cruce del Paraná.
En la noche del segundo día de viaje, llegamos a las cercanías de la ciudad, pero antes de entrar a ella quisimos pasar algunos días de placentero descanso…”
Hasta aquí el relato de William Mac Cann. Gracias a su minuciosidad en las descripciones, posiblemente con alguna intención que no podemos precisar, podemos reconstruir una forma de viajar a través de las islas Lechiguanas en 1847 que, de acuerdo a la experiencia reciente de nuestra visita a las islas, no habría mucha variación si quisiéramos repetir el itinerario seguido para cruzar a caballo ese territorio, con el agravante de que no contaríamos en todos los cruces de los ríos con los auxilios necesarios. Cuando leíamos estas páginas recordamos, por lo parecido en las vicisitudes, el relato que nos hiciera el artista plástico Vicente Jorge Cúneo, de su primer viaje a caballo a través de las Lechiguanas cuando en 1978 se hizo cargo de la escuelita del arroyo Los Hornillos en la confluencia con el Lechiguanas, donde había sido designado maestro y director. Precisamente con Vicente hemos estado intercambio vía correo electrónico, algunas dudas que nos han surgido respecto al tiempo que dice que demoró el viajero inglés en realizar el trayecto que narra. Como Vicente además de haber vivido en las islas varios años, es hombre de a caballo, está realizando los estudios que refutarán o confirmarán los tiempos dados por Mac Cann y que serán publicados en una próxima nota.
Fuentes Bibliográficas
William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Hyspamérica Ediciones Argeentinas, S.A., Buenos Aires, 1985.
Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Antecedentes de la cuestión de límites promovida por la Provincia de entre Ríos, Publicación Oficial, La Plata 1911.
Nuestro agradecimiento al Prof Gustvo Cichero y a Vicente Jorge Cúneo.
por Jorge Surraco Ba
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Preparando la montura, dibujo de William Mac Cann, autor del libro que relato que comentamos. |
Hoy, luego de haber realizado nuestro primer viaje a Las Lechiguanas en su zona quizá no totalmente inhóspita, volvemos sobre el viajero británico y su relato con no poca admiración por haber concretado esa travesía a caballo hace más de ciento sesenta años, aunque no hay que olvidar que para que el inglés pudiera hacer esa travesía por única vez, había sin duda numerosos baqueanos que lo hacían habitualmente.
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Plano actual de las Lechiguanas con los nombres en bordó de los arroyos internos que cruza el viajero y no figuraban en el original. |
“Pocos días antes (de emprender su viaje, cuenta Mac Cann), una banda compuesta por siete de ellos (desertores), había sido apresada y todos ejecutados de inmediato; nosotros pasaríamos por el sitio donde debían hallarse los cadáveres, a menos que los tigres o las aves de rapiña los hubieran devorado.” Es indudable que don William es un buen narrador que en pocas palabras nos pinta la peligrosidad del camino y el tamaño de su osadía, colocándose en posición de héroe casi mitológico. “Sopesé detenidamente las desventajas que me ofrecían ambos caminos y como el viaje por agua me significaba un molesto retardo de varios días, al final me decidí por atravesar las islas, lo que podía hacer en dos días con facilidad.”
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Mac Cann dibujó también a un gaucho argentino |
“Acompañado por dos baquianos bien armados y bien montados –como lo iba yo mismo- salí de la ciudad de Gualeguay. El camino corría por una verdadera jungla o selva virgen, guarida natural de los tigres. Al atardecer del día siguiente, estuvimos a la vista del Paraná Pavón y seguimos marchando por una de sus márgenes, durante dos horas, hasta llegar al desembarcadero de la balsa. El servicio de esta balsa se ha establecido para facilitar la conducción de los despachos gubernativos, entre las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. Dos o tres soldados son los encargados de hacerlo.” Dato interesante para remarcar en cuanto a la presencia institucional en la zona en 1847, presencia que hoy los pobladores de la zona reclaman como insuficiente o nula.
Sigamos con Mac Cann. “La luna brillaba en todo su esplendor y nos aprestamos para dormir a la orilla del río. Aunque la jornada… me había fatigado mucho, los mosquitos me molestaron… que ya me parecía imposible lograr algún descanso.” Esto no sólo no ha cambiado sino que es seguro se ha acentuado con mosquitos que a uno le parecen haber crecido de tamaño. “Pero se habían encendido fogatas para llamar la atención de los hombres que se hallaban en la orilla opuesta; éstos las advirtieron y vinieron enseguida para cruzarnos en sus botes. Con esto levantamos muy luego el campamento, para armarlo en la orilla opuesta.”
“En la mañana siguiente, los soldados nos dieron cabalgaduras de refresco y pronto llegamos al río Los Hornillos que en esos lugares tiene una ciento cincuenta yardas de ancho (ciento treinta y siete metros). En pocos minutos nuestros baquianos lo atravesaron nadando con sus caballos y luego volvieron a cruzar el río, solos. Formaron luego con un cuero seco, unidos por sus esquinas, una especie de batea cuadrada, algo como una canoa, que llaman también balsa; tendría unos tres pies de largo por dos y medio de ancho (un metro por ochenta centímetros), con seis pulgadas de profundidad (quince centímetros). Allí pusieron mi equipaje y lo cruzaron en tres viajes consecutivos. Una vez cargada la pequeña embarcación, la conducían al agua y un hombre, nadando, la empujaba hasta la orilla opuesta. Una vez que se hubo trasladado todo mi equipaje, y ya puesto en seguridad, cruzamos nosotros el río, también a nado, llevando las ropas en la balsa.”
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Dibujo de Paucke del cruce de un río |
Interesante descripción de los cruces de los ríos, forma o técnica que se remonta a la época de la colonia. Cien años antes del viaje del británico, Florián Paucke, misionero jesuita, describe cruces de los ríos de manera similar, en su libro que relata su estada entre los indios mocovíes de 1749 a 1767.
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Un antiguo grabado muestra el cruce de un río |
Sigue Mac Cann: “Habiendo cabalgado durante una hora, llegamos al río Perdido y lo cruzamos de la misma manera que el anterior. El río próximo se llamaba el Sacar Calzón (El Sacacalzones o Quitacalzones) y como su nombre lo indica, era vadeable, aunque algo profundo. Por la tarde estuvimos en el río Lechiguanas, que cruzamos con la balsa.” Cabe aclarar que esos ríos que menciona el viajero inglés, mantienen actualmente los nombres que el menciona por lo que es posible marcar el derrotero que siguió, en un mapa de hoy.
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Basándonos en el relato hemos recontruido el posible recorrido y sus distintas etapas para el cruce de los ríos. |
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Mapa de la zona de islas del delta entrerriano anterior a 1903 con una delimitación de Las Lechiguanas, distinta a la actual. |
Teniendo en cuenta que la legua inglesa equivale a 4827,9 metros, en términos actuales se encontraba aproximadamente a 290 km lo que lo ubicaría prácticamente en la actual Rosario, lo que no nos parece correcto porque significaría un importante desvío en el camino. Nos parece más acertado, deducido del mismo relato, que hubiese cruzado a San Nicolás de Los Arroyos, localidad importante en esos años o a la actual Ramallo que en ese momento no existía pero que en ese punto ofrecía y ofrece un buen lugar para el cruce del Paraná.
En la noche del segundo día de viaje, llegamos a las cercanías de la ciudad, pero antes de entrar a ella quisimos pasar algunos días de placentero descanso…”
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Tapa de la edición de Hyspamérica. |
Fuentes Bibliográficas
William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Hyspamérica Ediciones Argeentinas, S.A., Buenos Aires, 1985.
Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Antecedentes de la cuestión de límites promovida por la Provincia de entre Ríos, Publicación Oficial, La Plata 1911.
Nuestro agradecimiento al Prof Gustvo Cichero y a Vicente Jorge Cúneo.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Un viaje al País de las Lechiguanas - 3
…y a la Calera
Tercera parte por Jorge Surraco
Fragmentos de una carta enviada luego del viaje.
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Zanjón de Larrateguy |
(…) En cuanto a mis andanzas, te cuento que hicimos con amigos dos viajes, el primero a La Calera en el Departamento Islas de Ibicuy y el segundo al sector norte de las Islas Lechiguanas pertenecientes al Departamento Gualeguay, para filmar, en el primer caso una escuela rural en zona inhóspita y en el segundo a pobladores nutrieros y puesteros cuidadores de ganado, en ambos casos, escuela y pobladores, en el medio de “la nada” pero también de una agreste belleza.
Fue como viajar en la máquina del tiempo, observando formas de vida en condiciones mínimas, rodeadas de privaciones y grandes sacrificios, a menos de 200 Km de la ciudad de Bs.As. y no más de 60 Km de centros poblados como San Nicolás, San Pedro, Rosario, Victoria o Gualeguay, pero el hecho de estar rodeadas por los brazos del río Paraná en sus tramos más caudalosos, las convierte en zonas mucho más alejadas. Dicen los expertos que un km por agua equivale a cuatro por tierra.
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Por el Arroyo El Tala |
No obstante fue revelador encontrar personas de grandes valores, construyendo desde el silencio y el anonimato una parte de esta patria maravillosa. Chicos nacidos y criados en las islas con ansias de conocimientos y de un cariño que reclaman sin decirlo pero que también ofrecen espontánea y abiertamente.

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Los alumnos y el maestro llegan a la Escuela de La Calera luego de navegar más de media hora por el río a temperaturas bajo cero |
Pobladores originarios de esas islas que no pierden las esperanzas y que vuelven a su ranchada después de cada inundación para empezar de nuevo. Pero sólo quedan los más viejos. Se ven pocos jóvenes y también pocas mujeres. Las islas se van despoblando. El cambio climático, las vacas y las inundaciones, los van corriendo, como también los nuevos dueños que con escrituras, según dicen, no bien habidas, aparecen ahora que las islas empiezan a tener un valor económico de uso, luego de centurias de ser lugares abandonados, salvajes, para personas que necesitaban esconderse o buscaban vivir lejos de la vida ciudadana y dispuestos a hacer frente a la naturaleza pero al mismo tiempo integrarse a ella.
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Miguel, puestero, distrae una yarará para matarla. |
Ahora que las tierras antes dedicadas a la ganadería (Gualeguay era un Departamento ganadero) están monopolizadas por la soja, las tierras bajas, inundables son dedicadas al ganado que cuando lo sacan en barco por las inundaciones, ya está engordado (“terminado” dicen por allí) para llevarlo al mercado. En ese momento, en las islas queda la gente esperando los nuevos novillos para invernar. Junto a los pobladores están también las yararás y el ratón colorado, portador del hantavirus, paseando por los patios de las ranchadas.
Elegí, como organizador de la expedición, el invierno para hacer esos viajes con la idea de apreciar las condiciones más desfavorables pero lo que no calculé fue que nos tocarían las dos olas polares que hubo este año: la de fines de junio en Ibicuy y la de principios de agosto en Lechiguanas. Resultó muy impactante viajar en una canoa que en el medio del río parecía más chica de lo que realmente era; vivir y dormir en las mismas condiciones de esas personas, aunque ellos trataban de darnos las mejores que disponían y después recorrer las islas en un viejo barco mucho más grande que la canoa pero donde había que dormir sobre la planchada porque camarotes no tenía.
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Beresiartu, patrón del barco, el poblador Fernández y Jorge Surraco |
No quiero presentar esto como una acción heroica, porque no lo es, sólo intento pintar cómo sentí siempre y por suerte sigo sintiendo, el trabajo del documentalista. Yo no puedo ser un observador externo, periodístico, necesito involucrarme, interactuar y tratar de sentir en mi cuerpo lo que sienten las personas que busco documentar. No es que no tuviera conocimientos de estas cosas, pero es muy distinto vivirlas.
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Vicente, Claudia, Olga, pobladora y Ramón, práctico del barco |
Después de esta fantástica experiencia, te puedo asegurar que todos los problemas que me hacía y enfrentaba en mis tareas profesionales, siento hoy que fueron nada. No quiero desmerecer esas tareas, pero cuando se conocen otras realidades no puede uno menos que sonreír y decir simplemente “¿de qué me quejo?”. Claro que, como ya me han dicho ante mi comentario: cada uno evalúa y mide sus posesiones y sus necesidades con el patrón que le da el medio en el cual vive. Pero bueno sería asomarse a veces por encima de nuestro ego. Los urbanos, especialmente los de grandes ciudades, vivimos muy amontonados, pegoteados tan cerca unos de otros que no nos vemos.
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Martín, otro poblador |
Los isleños que he conocido, viven a media hora de canoa del vecino más próximo, pero se conocen, están atentos por si alguien necesita ayuda. Era increíble como mirando el río a lo lejos decían: allá va fulano o por aquel lado viene tal señalando lo que para nuestros ojos sólo era un punto en la distancia. Algo similar pasaba con los sonidos que diferenciaban con absoluta certeza. Nosotros, los urbanos, tenemos tan cerca las paredes y los techos que nos acortan la capacidad de nuestros sentidos. Ellos tienen horizontes de agua y por techo nada más que las estrellas. Quizá por eso es que me parecieron más sabios a pesar de su falta de instrucción.
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Ranchada del matrimonio Fernández |
Pero son concientes del abandono al que los somete el sistema que rige en tierra firme. Saben también que inexorablemente su futuro está en las islas porque no sabrían que hacer en otro lado. Por eso los hijos se van o los empujan a tentar suerte en las ciudades y cuando aún son chicos, también se van las madres acompañándolos. En las islas van quedando sólo los viejos u hombres solos.
Fueron viajes iniciáticos o casi y es muy difícil volver sin experimentar alguna transformación.
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Islas del Arroyo El Tala |
sábado, 8 de octubre de 2011
Un viaje al país de Las Lechiguanas - 2
Segunda parte
En esta segunda entrada sobre el viaje a Las Lechiguanas, nos agrada sobremanera publicar un poema sobre las islas cuya autoría pertenece a Vicente Jorge Cúneo, hoy reconocido artista plástico entrerriano y que fuera durante cuatro años, maestro rural en el mismo centro de estas islas, la intersección de los arroyos Lechiguanas y Los Hornillos. La sensibilidad y amor por las islas de Vicente, se ve reflejado tanto en su poema como en las imágenes pictóricas y fotográficas, también de su autoría, algunas de las cuales ilustran esta página. Vicente, mucho más que acompañarnos en el viaje que hiciéramos a las islas en el mes de agosto, fue un guía en la relación con los pobladores quienes, a pesar del tiempo transcurrido lo seguían recordando, a tal punto, que lo recibían como a un amigo de visitas habituales.
Las Lechiguanas
Islas, las del dulce encanto,
de horizonte leve, de azul infinito;
con cielos sangrantes en atardeceres;
con sedientos sauces que mece el “remanse”
y zorzales de canto demorado y grave.
…
Revelas dos caras, cual la vida misma,
apacibles aguas en quietas estampas
o crecido avance que todo lo arrasa;
reflejos que copian la frondosa orilla
u oleaje impetuoso que golpea y espanta.
…
me quedé en zumbidos de néctar, ufano;
bebí en el bullicio de alegres bandadas,
anduve senderos de juncos bravíos
embriagado en brillos de piel y de escama.
…
Hoy renacen memorias de apacibles horas;
será verte de nuevo, entrar en tu flora
de savia continua, quedar extasiado,
rendido al embrujo de tu nombre eterno
que renueva dicha de ser pronunciado.
…
Islas, las del dulce encanto…
¡Verte de nuevo, déjame soñarlo!...
Vicente Jorge Cúneo, Gualeguay, enero de l985.
"Latitud Sur", Itinerario de un sentimiento.Paraná, 2007.
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Vicente Cúneo conversando con pobladores de Las Lechiguanas en el reciente viaje |
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