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viernes, 27 de enero de 2012

Un viaje al país de Las Lechiguanas – 5

O una travesía a caballo por Las Lechiguanas en 1847
por Jorge Surraco Ba

Preparando la montura, dibujo de William Mac Cann, autor del libro que relato que comentamos.
“Un comerciante británico, William Mac Cann, visita la Argentina durante el siglo XIX en dos oportunidades.” Así comenzábamos hace poco más de un año, la nota que inauguró este blog y que tituláramos Un viajero inglés de paso por Gualeguay, en 1847, donde relatáramos esa parte del viaje que Mac Cann realizara a caballo por varias provincias argentinas. Dejamos nuestra crónica cuando el viajero decide continuar su camino para llegar a Buenos Aires, finalizando la nota de la siguiente manera: “Se le presentan dos posibilidades: una por agua, en barco, que era de alguna manera la normal y la otra a caballo atravesando arroyos, islas y ríos. El comandante de Gualeguay le dice que la segunda alternativa no sólo es peligrosa sino irrealizable, exponiéndose a ser atacado por los desertores “que infectan ese distrito”. Contrariamente a lo que podría pensarse, William Mac Cann elige la segunda opción, recorrido que hoy sigue siendo por lo menos complicado con alguna dosis de peligro, realizando en aquellos años un  viaje a Buenos Aires que resulta toda una aventura, pero…”, prometiendo a continuación referirnos a dicho derrotero en otra oportunidad.

Hoy, luego de haber realizado nuestro primer viaje a Las Lechiguanas en su zona quizá no totalmente inhóspita, volvemos sobre el viajero británico y su relato con no poca admiración por haber concretado esa travesía a caballo hace más de ciento sesenta años, aunque no hay que olvidar que para que el inglés pudiera hacer esa travesía por única vez, había sin duda numerosos baqueanos que lo hacían habitualmente.

 Plano actual de las Lechiguanas con los nombres en bordó de los arroyos internos que cruza el viajero y no figuraban en el original.

“Pocos días antes (de emprender su viaje, cuenta Mac Cann), una banda compuesta por siete de ellos (desertores), había sido apresada y todos ejecutados de inmediato; nosotros pasaríamos por el sitio donde debían hallarse los cadáveres, a menos que los tigres o las aves de rapiña los hubieran devorado.”  Es indudable que don William es un buen narrador que en pocas palabras nos pinta la peligrosidad del camino y el tamaño de su osadía, colocándose en posición de héroe casi mitológico. “Sopesé detenidamente las desventajas que me ofrecían ambos caminos y como el viaje por agua me significaba un molesto retardo de varios días, al final me decidí por atravesar las islas, lo que podía hacer en dos días con facilidad.”

Mac Cann dibujó también a un gaucho argentino

“Acompañado por dos baquianos bien armados y bien montados –como lo iba yo mismo- salí de la ciudad de Gualeguay. El camino corría por una verdadera jungla o selva virgen, guarida natural de los tigres. Al atardecer del día siguiente, estuvimos a la vista del Paraná Pavón y seguimos marchando por una de sus márgenes, durante dos horas, hasta llegar al desembarcadero de la balsa. El servicio de esta balsa se ha establecido para facilitar la conducción de los despachos gubernativos, entre las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. Dos o tres soldados son los encargados de hacerlo.”  Dato interesante para remarcar en cuanto a la presencia institucional en la zona en 1847, presencia que hoy los pobladores de la zona reclaman como insuficiente o nula.

Sigamos con Mac Cann. “La luna brillaba en todo su esplendor y nos aprestamos para dormir a la orilla del río. Aunque la jornada… me había fatigado mucho, los mosquitos me molestaron… que ya me parecía imposible lograr algún descanso.” Esto no sólo no ha cambiado sino que es seguro se ha acentuado con mosquitos que a uno le parecen haber crecido de tamaño. “Pero se habían encendido fogatas para llamar la atención de los hombres que se hallaban en la orilla opuesta; éstos las advirtieron y vinieron enseguida para cruzarnos en sus botes. Con esto levantamos muy luego el campamento, para armarlo en la orilla opuesta.”
En este punto el viajero se detiene a escribir sobre los carpinchos que abundan y de los cuales hace una descripción y da una opinión interesante pero que no nos parece pertinente a los fines de esta nota cuyo objetivo es la descripción del viaje.

“En la mañana siguiente, los soldados nos dieron cabalgaduras de refresco y pronto llegamos al río Los Hornillos que en esos lugares tiene una ciento cincuenta yardas de ancho (ciento treinta y siete metros). En pocos minutos nuestros baquianos lo atravesaron nadando con sus caballos y luego volvieron a cruzar el río, solos. Formaron luego con un cuero seco, unidos por sus esquinas, una especie de batea cuadrada, algo como una canoa, que llaman también balsa; tendría unos tres pies de largo por dos y medio de ancho (un metro por ochenta centímetros), con seis pulgadas de profundidad (quince centímetros). Allí pusieron mi equipaje y lo cruzaron en tres viajes consecutivos. Una vez cargada la pequeña embarcación, la conducían al agua y un hombre, nadando, la empujaba hasta la orilla opuesta. Una vez que se hubo trasladado todo mi equipaje, y ya puesto en seguridad, cruzamos nosotros el río, también a nado, llevando las ropas en la balsa.”
Dibujo de Paucke del cruce de un río

Interesante descripción de los cruces de los ríos, forma o técnica que se remonta a la época de la colonia. Cien años antes del viaje del británico, Florián Paucke, misionero jesuita, describe cruces de los ríos de manera similar, en su libro que relata su estada entre los indios mocovíes de 1749 a 1767.
Un antiguo grabado muestra el cruce de un río










Sigue Mac Cann: “Habiendo cabalgado durante una hora, llegamos al río Perdido y lo cruzamos de la misma manera que el anterior. El río próximo se llamaba el Sacar Calzón (El Sacacalzones o Quitacalzones) y como su nombre lo indica, era vadeable, aunque algo profundo. Por la tarde estuvimos en el río Lechiguanas, que cruzamos con la balsa.”  Cabe aclarar que esos ríos que menciona el viajero inglés, mantienen actualmente los nombres que el menciona por lo que es posible marcar el derrotero que siguió, en un mapa de hoy.

Basándonos en el relato hemos recontruido el posible recorrido y sus distintas etapas para el cruce de los ríos.
“Después de pasar este río (el Lechiguanas), echamos a andar por entre la isla llamada las Lechiguanas.” Esta frase nos llamó la atención porque para la demarcación actual las Lechiguanas tienen por límite norte El Paraná Pavón y el Paraná Ibicuy, por lo que para nosotros Mac Cann entró a las Lechiguanas después del primer cruce ríos. Pero gracias a viejos documentos que nos facilitara el Profesor Gustavo Cichero, hemos encontrado un mapa publicado en 1903 pero que seguramente data de años anteriores, donde las Lechiguanas comienzan después del río del mismo nombre. Por lo tanto la indicación del viajero es correcta para la época en que hizo el viaje.

Mapa de la zona de islas del delta entrerriano anterior a 1903 con una delimitación de Las Lechiguanas, distinta a la actual.
Continúa don William: “El camino resultó penoso, porque las hierbas gigantes, entrelazadas unas con otras, hacían muy dificultoso y lento el avance; por momentos, apenas si los caballos encontraban una abertura por donde pasar la cabeza y nos veíamos obligados a detenerlos y buscar otro paso entre la maraña. Estuvimos cerca de dos horas entretenidos, contemplando una goleta de gran velamen que bajaba por el río Paraná. Poco después llegamos a la orilla e hicimos un disparo de arma de fuego para que se notara nuestra presencia. Entonces salió un bote desde la margen opuesta, para cruzarnos. Estábamos a unas sesenta leguas de la ciudad de Buenos Aires.

Teniendo en cuenta que la legua inglesa equivale a 4827,9 metros, en términos actuales se encontraba aproximadamente a 290 km lo que lo ubicaría prácticamente en la actual Rosario, lo que no nos parece correcto porque significaría un importante desvío en el camino. Nos parece más acertado, deducido del mismo relato, que hubiese cruzado a San Nicolás de Los Arroyos, localidad importante en esos años o a la actual Ramallo que en ese momento no existía pero que en ese punto ofrecía y ofrece un buen lugar para el cruce del Paraná.

En la noche del segundo día de viaje, llegamos a las cercanías de la ciudad, pero antes de entrar a ella quisimos pasar algunos días de placentero descanso…”

Tapa de la edición de Hyspamérica.
Hasta aquí el relato de William Mac Cann. Gracias a su minuciosidad en las descripciones, posiblemente con alguna intención que no podemos precisar, podemos reconstruir una forma de viajar a través de las islas Lechiguanas en 1847 que, de acuerdo a la experiencia reciente de nuestra visita a las islas, no habría mucha variación si quisiéramos repetir el itinerario seguido para cruzar a caballo ese territorio, con el agravante de que no contaríamos en todos los cruces de los ríos con los auxilios necesarios. Cuando leíamos estas páginas recordamos, por lo parecido en las vicisitudes, el relato que nos hiciera el artista plástico Vicente Jorge Cúneo, de su primer viaje a caballo a través de las Lechiguanas cuando en 1978 se hizo cargo de la escuelita del arroyo Los Hornillos en la confluencia con el Lechiguanas, donde había sido designado maestro y director. Precisamente con Vicente hemos estado intercambio vía correo electrónico, algunas dudas que nos han surgido respecto al tiempo que dice que demoró el viajero inglés en realizar el trayecto que narra. Como Vicente además de haber vivido en las islas varios años, es hombre de a caballo, está realizando los estudios que refutarán o confirmarán los tiempos dados por Mac Cann y que serán publicados en una próxima nota.


Fuentes Bibliográficas
William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Hyspamérica Ediciones Argeentinas, S.A., Buenos Aires, 1985.
Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Antecedentes de la cuestión de límites promovida por la Provincia de entre Ríos, Publicación Oficial, La Plata 1911.
Nuestro agradecimiento al Prof Gustvo Cichero y a Vicente Jorge Cúneo.

2 comentarios:

Umma1 dijo...

Es apasionante intentar rehacer el recorrido de quien se animó hace tanto tiempo.
Lo increíble es encontrarse con el mismo paisaje y que los accidentes geográficos mantengan las denominaciones.

Saludos

paola dijo...

me encantaría irme de vacaciones a ese lugar. se ve muy lindo y lleno de historia. quizás cuando termine de buscar apartamentos en buenos aires para mudarme organizo para ir con mi familia