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sábado, 17 de noviembre de 2012

Las Islas Lechiguanas (Video)

Este video es una parte del Documental: Diario de un Viaje al País de Las Lechiguanas. Describe los aspectos generales, geográficos e históricos alrededor de este conjunto de islas que constituyen una verdadera reserva natural, hoy bajo la Jurisdición del Departamento Gualeguay (Entre Ríos). Alejadas de los centros poblados, separadas por caudalosos ríos y abandonadas junto a sus pobladores, de toda cobertura institucional.

 


sábado, 7 de abril de 2012

Un viaje al país de Las Lechiguanas – 7

El estreno de los documentales en Gualeguay
Vicente Cúneo y Jorge Surraco con pobladores de las islas luego del estreno de los documentales. De botas y pañuelo al cuello, Martín Cardozo.
El viernes 9 de marzo, de acuerdo a lo que estaba anunciado, estrenamos en Gualeguay los dos documentales sobre Las Islas Lechiguanas. El salón de la Biblioteca Mastronardi destinado a las sesiones de proyección habituales fue desbordado por un público que respondió a la amplia difusión dada por los medios de comunicación gualeyos. Muchas personas presenciaron la proyección de pie a través de ventanas y puertas que comunican con un patio y con el hall de entrada y muchas otras, al no poder ubicarse aún en esas incómodas posiciones, optaron por retirarse.

Al promediar la función, con el acuerdo de las autoridades de la institución, decidimos realizar una segunda proyección que fue anunciada para el miércoles 14 de marzo, también ampliamente difundida, resultando una situación similar a la del día del estreno. Desde temprano, bastante antes de la hora anunciada, muchas personas se acercaron, advertidas tal vez, para lograr una mejor y cómoda ubicación en la sala.

Si bien a todo realizador le produce una enorme satisfacción la respuesta importante de un público que soportó las incomodidades hasta la finalización de los dos documentales, mucho mayor impacto fue advertir la presencia entre el público de ex pobladores de las islas, así como también familiares de las personas que entrevistamos en las islas y se convirtieron en los protagonistas de uno de los documentales. Otro momento emotivo  vivido por mí, se produjo antes del inicio del segundo día de proyección, cuando vimos entrar a uno de esos entrevistados, Martín Cardozo, de bombacha y botas, pañuelo al cuello e impecable camisa (sus “pilchas” domingueras), que había viajado especialmente desde las islas para ver los documentales.

No encuentro palabras que expresen lo que sentí en esos momentos. Una rara mezcla de emoción y temor. Emoción por el gesto de semejante viaje, de varias horas por los ríos, seguramente en canoa con un pequeño motor, de un hombre de pocas palabras y gesto adusto y temor, porque tenía frente a la pantalla seguramente al público más exigente y al que podía defraudar si no había logrado reflejar con cierto grado de verdad la vida de estas personas. Era la prueba de fuego para mi mirada sobre las islas.

Cuando luego de la proyección fuimos llamados al frente de la sala para hablar con el público que expresaba su sorpresa por la vida que mostraban los documentales y de la que no tenía conocimientos, traté de forzar un comentario de Martín Cardozo que sólo nos expresó un “muy bien” dicho con una expresión impenetrable, casi de jugador de póquer. Me inquieté, porque si bien dije que era de pocas palabras, su expresión me pareció más una distante cortesía. Pero finalizado todo el acto, cuando todos se levantaban para irse, Martín se acercó, me abrazó y me dijo: “Surraco, venga por allá (su ranchada) cuando quiera y cuantas veces quiera”. Luego accedió a sacarse con nosotros, la foto que encabeza esta nota.

Fue el momento de mi graduación como documentalista.


Hago llegar mi agradecimiento al diario Debate Pregón, que todos los días durante esa semana se ocupó de difundir y comentar los documentales. A su directora, Sra Silvia Lagrenade y a Graciela Saavedra, gracias. 





 A los dos canales de TV que hicieron notas publicadas en sus noticieros, realizadas por Julián Cosso de Canal 2 y Natalia Frías de Cablevisión. 

Entrevista grabada en la Hemeroteca de la Biblioteca Mastronardi
 A Daniel Rodríguez que en su programa “AFECTOS”, de Canal 2, me hizo una entrevista que ocupó toda la hora de su espacio. A Pablo Pérez de FM la 1, como siempre, dándome muchos minutos de su programación para que hable con sus oyentes sobre mis proyectos en Gualeguay. A Jorge Barroetaveña que ha tenido, según me contaron, palabras favorables para mi persona y mi obra en sus programas de radio y televisión.

A todas las personas que fueron a ver las proyecciones que además de las incomodidades, soportaron el calor de esas noches gualeyas.

Finalmente a Vicente Jorge Cúneo, a su esposa Nelly y a toda su familia que nos reciben siempre con afecto. De protagonistas de uno de los documentales se han transformado en amigos entrañables, más aún, si me permiten: en hermanos de la vida.

 “Los Isleros”, hermosa pintura creada por Vicente Cúneo en homenaje a los pobladores de las Islas Lechiguanas y que tuviera la generosidad de regalarme y hoy preside mi rincón de trabajo en el pequeño recibidor de nuestra casa (aunque parezca antiguo no quiero decir living-room o simplemente “livin”).

Nota: La fotografía que encabeza esta nota se publica por gentileza de Graciela Saavedra y su esposo, quienes son sus autores.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Un viaje al país de Las Lechiguanas – 6 (Video)

Trailer de 2 min 20 seg del
Documental cuya Duración es de 44 minutos – Fecha de realización: agosto 2011/febrero 2012.

Como su título lo indica, este documental relata el viaje realizado a las Islas Lechiguanas por seis amigos con el objetivo de conocer algunos y reencontrarse otros, con un paisaje que los deslumbra y reverencian como también con pobladores de antigua data en las islas por los que sienten un respeto y consideración especial. Utilizando la narración del viaje como soporte, se van intercalando relatos de distintas situaciones de vida como algunos aspectos del pasado y de la geografía tanto del lugar como del itinerario seguido en el viaje realizado en agosto del año 2011. Integraron el grupo como realizadores del documental, Claudia Surraco, Alejandro David, Vicente Jorge Cúneo y Jorge Surraco. Miguel Beresiartu y Ramón González, además de conducir el barco, oficiaron de guías y contactos con los pobladores, tarea a la que se sumó también Vicente Cúneo. Participaron en cámara y dieron generosamente sus testimonios, los pobladores Rosa Muñoz, Omar Fernández, Martín Cardozo y Miguel Burgo.

viernes, 27 de enero de 2012

Un viaje al país de Las Lechiguanas – 5

O una travesía a caballo por Las Lechiguanas en 1847
por Jorge Surraco Ba

Preparando la montura, dibujo de William Mac Cann, autor del libro que relato que comentamos.
“Un comerciante británico, William Mac Cann, visita la Argentina durante el siglo XIX en dos oportunidades.” Así comenzábamos hace poco más de un año, la nota que inauguró este blog y que tituláramos Un viajero inglés de paso por Gualeguay, en 1847, donde relatáramos esa parte del viaje que Mac Cann realizara a caballo por varias provincias argentinas. Dejamos nuestra crónica cuando el viajero decide continuar su camino para llegar a Buenos Aires, finalizando la nota de la siguiente manera: “Se le presentan dos posibilidades: una por agua, en barco, que era de alguna manera la normal y la otra a caballo atravesando arroyos, islas y ríos. El comandante de Gualeguay le dice que la segunda alternativa no sólo es peligrosa sino irrealizable, exponiéndose a ser atacado por los desertores “que infectan ese distrito”. Contrariamente a lo que podría pensarse, William Mac Cann elige la segunda opción, recorrido que hoy sigue siendo por lo menos complicado con alguna dosis de peligro, realizando en aquellos años un  viaje a Buenos Aires que resulta toda una aventura, pero…”, prometiendo a continuación referirnos a dicho derrotero en otra oportunidad.

Hoy, luego de haber realizado nuestro primer viaje a Las Lechiguanas en su zona quizá no totalmente inhóspita, volvemos sobre el viajero británico y su relato con no poca admiración por haber concretado esa travesía a caballo hace más de ciento sesenta años, aunque no hay que olvidar que para que el inglés pudiera hacer esa travesía por única vez, había sin duda numerosos baqueanos que lo hacían habitualmente.

 Plano actual de las Lechiguanas con los nombres en bordó de los arroyos internos que cruza el viajero y no figuraban en el original.

“Pocos días antes (de emprender su viaje, cuenta Mac Cann), una banda compuesta por siete de ellos (desertores), había sido apresada y todos ejecutados de inmediato; nosotros pasaríamos por el sitio donde debían hallarse los cadáveres, a menos que los tigres o las aves de rapiña los hubieran devorado.”  Es indudable que don William es un buen narrador que en pocas palabras nos pinta la peligrosidad del camino y el tamaño de su osadía, colocándose en posición de héroe casi mitológico. “Sopesé detenidamente las desventajas que me ofrecían ambos caminos y como el viaje por agua me significaba un molesto retardo de varios días, al final me decidí por atravesar las islas, lo que podía hacer en dos días con facilidad.”

Mac Cann dibujó también a un gaucho argentino

“Acompañado por dos baquianos bien armados y bien montados –como lo iba yo mismo- salí de la ciudad de Gualeguay. El camino corría por una verdadera jungla o selva virgen, guarida natural de los tigres. Al atardecer del día siguiente, estuvimos a la vista del Paraná Pavón y seguimos marchando por una de sus márgenes, durante dos horas, hasta llegar al desembarcadero de la balsa. El servicio de esta balsa se ha establecido para facilitar la conducción de los despachos gubernativos, entre las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. Dos o tres soldados son los encargados de hacerlo.”  Dato interesante para remarcar en cuanto a la presencia institucional en la zona en 1847, presencia que hoy los pobladores de la zona reclaman como insuficiente o nula.

Sigamos con Mac Cann. “La luna brillaba en todo su esplendor y nos aprestamos para dormir a la orilla del río. Aunque la jornada… me había fatigado mucho, los mosquitos me molestaron… que ya me parecía imposible lograr algún descanso.” Esto no sólo no ha cambiado sino que es seguro se ha acentuado con mosquitos que a uno le parecen haber crecido de tamaño. “Pero se habían encendido fogatas para llamar la atención de los hombres que se hallaban en la orilla opuesta; éstos las advirtieron y vinieron enseguida para cruzarnos en sus botes. Con esto levantamos muy luego el campamento, para armarlo en la orilla opuesta.”
En este punto el viajero se detiene a escribir sobre los carpinchos que abundan y de los cuales hace una descripción y da una opinión interesante pero que no nos parece pertinente a los fines de esta nota cuyo objetivo es la descripción del viaje.

“En la mañana siguiente, los soldados nos dieron cabalgaduras de refresco y pronto llegamos al río Los Hornillos que en esos lugares tiene una ciento cincuenta yardas de ancho (ciento treinta y siete metros). En pocos minutos nuestros baquianos lo atravesaron nadando con sus caballos y luego volvieron a cruzar el río, solos. Formaron luego con un cuero seco, unidos por sus esquinas, una especie de batea cuadrada, algo como una canoa, que llaman también balsa; tendría unos tres pies de largo por dos y medio de ancho (un metro por ochenta centímetros), con seis pulgadas de profundidad (quince centímetros). Allí pusieron mi equipaje y lo cruzaron en tres viajes consecutivos. Una vez cargada la pequeña embarcación, la conducían al agua y un hombre, nadando, la empujaba hasta la orilla opuesta. Una vez que se hubo trasladado todo mi equipaje, y ya puesto en seguridad, cruzamos nosotros el río, también a nado, llevando las ropas en la balsa.”
Dibujo de Paucke del cruce de un río

Interesante descripción de los cruces de los ríos, forma o técnica que se remonta a la época de la colonia. Cien años antes del viaje del británico, Florián Paucke, misionero jesuita, describe cruces de los ríos de manera similar, en su libro que relata su estada entre los indios mocovíes de 1749 a 1767.
Un antiguo grabado muestra el cruce de un río










Sigue Mac Cann: “Habiendo cabalgado durante una hora, llegamos al río Perdido y lo cruzamos de la misma manera que el anterior. El río próximo se llamaba el Sacar Calzón (El Sacacalzones o Quitacalzones) y como su nombre lo indica, era vadeable, aunque algo profundo. Por la tarde estuvimos en el río Lechiguanas, que cruzamos con la balsa.”  Cabe aclarar que esos ríos que menciona el viajero inglés, mantienen actualmente los nombres que el menciona por lo que es posible marcar el derrotero que siguió, en un mapa de hoy.

Basándonos en el relato hemos recontruido el posible recorrido y sus distintas etapas para el cruce de los ríos.
“Después de pasar este río (el Lechiguanas), echamos a andar por entre la isla llamada las Lechiguanas.” Esta frase nos llamó la atención porque para la demarcación actual las Lechiguanas tienen por límite norte El Paraná Pavón y el Paraná Ibicuy, por lo que para nosotros Mac Cann entró a las Lechiguanas después del primer cruce ríos. Pero gracias a viejos documentos que nos facilitara el Profesor Gustavo Cichero, hemos encontrado un mapa publicado en 1903 pero que seguramente data de años anteriores, donde las Lechiguanas comienzan después del río del mismo nombre. Por lo tanto la indicación del viajero es correcta para la época en que hizo el viaje.

Mapa de la zona de islas del delta entrerriano anterior a 1903 con una delimitación de Las Lechiguanas, distinta a la actual.
Continúa don William: “El camino resultó penoso, porque las hierbas gigantes, entrelazadas unas con otras, hacían muy dificultoso y lento el avance; por momentos, apenas si los caballos encontraban una abertura por donde pasar la cabeza y nos veíamos obligados a detenerlos y buscar otro paso entre la maraña. Estuvimos cerca de dos horas entretenidos, contemplando una goleta de gran velamen que bajaba por el río Paraná. Poco después llegamos a la orilla e hicimos un disparo de arma de fuego para que se notara nuestra presencia. Entonces salió un bote desde la margen opuesta, para cruzarnos. Estábamos a unas sesenta leguas de la ciudad de Buenos Aires.

Teniendo en cuenta que la legua inglesa equivale a 4827,9 metros, en términos actuales se encontraba aproximadamente a 290 km lo que lo ubicaría prácticamente en la actual Rosario, lo que no nos parece correcto porque significaría un importante desvío en el camino. Nos parece más acertado, deducido del mismo relato, que hubiese cruzado a San Nicolás de Los Arroyos, localidad importante en esos años o a la actual Ramallo que en ese momento no existía pero que en ese punto ofrecía y ofrece un buen lugar para el cruce del Paraná.

En la noche del segundo día de viaje, llegamos a las cercanías de la ciudad, pero antes de entrar a ella quisimos pasar algunos días de placentero descanso…”

Tapa de la edición de Hyspamérica.
Hasta aquí el relato de William Mac Cann. Gracias a su minuciosidad en las descripciones, posiblemente con alguna intención que no podemos precisar, podemos reconstruir una forma de viajar a través de las islas Lechiguanas en 1847 que, de acuerdo a la experiencia reciente de nuestra visita a las islas, no habría mucha variación si quisiéramos repetir el itinerario seguido para cruzar a caballo ese territorio, con el agravante de que no contaríamos en todos los cruces de los ríos con los auxilios necesarios. Cuando leíamos estas páginas recordamos, por lo parecido en las vicisitudes, el relato que nos hiciera el artista plástico Vicente Jorge Cúneo, de su primer viaje a caballo a través de las Lechiguanas cuando en 1978 se hizo cargo de la escuelita del arroyo Los Hornillos en la confluencia con el Lechiguanas, donde había sido designado maestro y director. Precisamente con Vicente hemos estado intercambio vía correo electrónico, algunas dudas que nos han surgido respecto al tiempo que dice que demoró el viajero inglés en realizar el trayecto que narra. Como Vicente además de haber vivido en las islas varios años, es hombre de a caballo, está realizando los estudios que refutarán o confirmarán los tiempos dados por Mac Cann y que serán publicados en una próxima nota.


Fuentes Bibliográficas
William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Hyspamérica Ediciones Argeentinas, S.A., Buenos Aires, 1985.
Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, Antecedentes de la cuestión de límites promovida por la Provincia de entre Ríos, Publicación Oficial, La Plata 1911.
Nuestro agradecimiento al Prof Gustvo Cichero y a Vicente Jorge Cúneo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Un viaje al País de las Lechiguanas - 4 (Video)


Mascota lechiguanera
Durante el viaje que hiciéramos en barco a las Islas Lechiguanas, una de las paradas fue el puesto de engorde de ganado de Manuel Cardozo, situado sobre el arroyo El Tala, a unas tres horas de navegación desde Puerto Ruiz. Entre otras cosas, allí llegamos por casualidad mientras uno de los pobladores amamantaba, mamadera mediante, una pequeña nutria guacha, por muerte o caza de su madre. Estas nutrias son criadas en cautiverio y regaladas como mascotas a familias de las ciudades cercanas.
Así es. De casualidad nos encontramos con esta escena que rápida e improvisadamente nos apuramos a registrar. Nos hizo pensar en muchas cosas.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Un viaje al País de las Lechiguanas - 3

…y a la Calera
Tercera parte por Jorge Surraco

Fragmentos de una carta enviada luego del viaje.

Zanjón de Larrateguy
(…) En cuanto a mis andanzas, te cuento que hicimos con amigos dos viajes, el primero a La Calera en el Departamento Islas de Ibicuy y el segundo al sector norte de las Islas Lechiguanas pertenecientes al Departamento Gualeguay, para filmar, en el primer caso una escuela rural en zona inhóspita y en el segundo a pobladores nutrieros y puesteros cuidadores de ganado, en ambos casos, escuela y pobladores, en el medio de “la nada” pero también de una agreste belleza. 

 Fue como viajar en la máquina del tiempo, observando formas de vida en condiciones mínimas, rodeadas de privaciones y grandes sacrificios, a menos de 200 Km de la ciudad de Bs.As. y no más de 60 Km de centros poblados como San Nicolás, San Pedro, Rosario, Victoria o Gualeguay, pero el hecho de estar rodeadas por los brazos del río Paraná en sus tramos más caudalosos, las convierte en zonas mucho más alejadas. Dicen los expertos que un km por agua equivale a cuatro por tierra.

Por el Arroyo El Tala

No obstante fue revelador encontrar personas de grandes valores, construyendo desde el silencio y el anonimato una parte de esta patria maravillosa. Chicos nacidos y criados en las islas con ansias de conocimientos y de un cariño que reclaman sin decirlo pero que también ofrecen espontánea y abiertamente. 

Maestros que además de enseñar, deben hachar leña en el monte para paliar el frío; transportar a los chicos en canoa; ser padre, madre y enfermero; pensar en la comida y en la limpieza de los dormitorios y baños (porque es una escuela albergue), para regresar a sus hogares los fines de semana haciendo “lancha stop” en el río, costumbre que al descubrirla, fue otro de mis asombros.


Los alumnos y el maestro llegan a la Escuela de La Calera luego de navegar más de media hora por el río a temperaturas bajo cero
 
Pobladores originarios de esas islas que no pierden las esperanzas y que vuelven a su ranchada después de cada inundación para empezar de nuevo. Pero sólo quedan los más viejos. Se ven pocos jóvenes y también pocas mujeres. Las islas se van despoblando. El cambio climático, las vacas y las inundaciones, los van corriendo, como también los nuevos dueños que con escrituras, según dicen, no bien habidas, aparecen ahora que las islas empiezan a tener un valor económico de uso, luego de centurias de ser lugares abandonados, salvajes, para personas que necesitaban esconderse o buscaban vivir lejos de la vida ciudadana y dispuestos a hacer frente a la naturaleza pero al mismo tiempo integrarse a ella.

Miguel, puestero, distrae una yarará para matarla.
 Ahora que las tierras antes dedicadas a la ganadería (Gualeguay era un Departamento ganadero) están monopolizadas por la soja, las tierras bajas, inundables son dedicadas al ganado que cuando lo sacan en barco por las inundaciones, ya está engordado (“terminado” dicen por allí) para llevarlo al mercado. En ese momento, en las islas queda la gente esperando los nuevos novillos para invernar. Junto a los pobladores están también las yararás y el ratón colorado, portador del hantavirus, paseando por los patios de las ranchadas.

Elegí, como organizador de la expedición, el invierno para hacer esos viajes con la idea de apreciar las condiciones más desfavorables pero lo que no calculé fue que nos tocarían las dos olas polares que hubo este año: la de fines de junio en Ibicuy y la de principios de agosto en Lechiguanas. Resultó muy impactante viajar en una canoa que en el medio del río parecía más chica de lo que realmente era; vivir y dormir en las mismas condiciones de esas personas, aunque ellos trataban de darnos las mejores que disponían y después recorrer las islas en un viejo barco mucho más grande que la canoa pero donde había que dormir sobre la planchada porque camarotes no tenía. 

Beresiartu, patrón del barco, el poblador Fernández y Jorge Surraco
 No quiero presentar esto como una acción heroica, porque no lo es, sólo intento pintar cómo sentí siempre y por suerte sigo sintiendo, el trabajo del documentalista. Yo no puedo ser un observador externo, periodístico, necesito involucrarme, interactuar y tratar de sentir en mi cuerpo lo que sienten las personas que busco documentar. No es que no tuviera conocimientos de estas cosas, pero es muy distinto vivirlas.

Vicente, Claudia, Olga, pobladora y Ramón, práctico del barco
Después de esta fantástica experiencia, te puedo asegurar que todos los problemas que me hacía y enfrentaba en mis tareas profesionales, siento hoy que fueron nada. No quiero desmerecer esas tareas, pero cuando se conocen otras realidades no puede uno menos que sonreír y decir simplemente “¿de qué me quejo?”. Claro que, como ya me han dicho ante mi comentario: cada uno evalúa y mide sus posesiones y sus necesidades con el patrón que le da el medio en el cual vive. Pero bueno sería asomarse a veces por encima de nuestro ego. Los urbanos, especialmente los de grandes ciudades, vivimos muy amontonados, pegoteados tan cerca unos de otros que no nos vemos. 

Martín, otro poblador
 Los isleños que he conocido, viven a media hora de canoa del vecino más próximo, pero se conocen, están atentos por si alguien necesita ayuda. Era increíble como mirando el río a lo lejos decían: allá va fulano o por aquel lado viene tal señalando lo que para nuestros ojos sólo era un punto en la distancia. Algo similar pasaba con los sonidos que diferenciaban con absoluta certeza. Nosotros, los urbanos, tenemos tan cerca las paredes y los techos que nos acortan la capacidad de nuestros sentidos. Ellos tienen horizontes de agua y por techo nada más que las estrellas. Quizá por eso es que me parecieron más sabios a pesar de su falta de instrucción. 
                                                                              
Ranchada del matrimonio Fernández
 Pero son concientes del abandono al que los somete el sistema que rige en tierra firme. Saben también que inexorablemente su futuro está en las islas porque no sabrían que hacer en otro lado. Por eso los hijos se van o los empujan a tentar suerte en las ciudades y cuando aún son chicos, también se van las madres acompañándolos. En las islas van quedando sólo los viejos u hombres solos.


Fueron viajes iniciáticos o casi y es muy difícil volver sin experimentar alguna transformación.

Islas del Arroyo El Tala

sábado, 8 de octubre de 2011

Un viaje al país de Las Lechiguanas - 2


Segunda parte

En esta segunda entrada sobre el viaje a Las Lechiguanas, nos agrada sobremanera publicar un poema sobre las islas cuya autoría pertenece a Vicente Jorge Cúneo, hoy reconocido artista plástico entrerriano y que fuera durante cuatro años, maestro rural en el mismo centro de estas islas, la intersección de los arroyos Lechiguanas y Los Hornillos. La sensibilidad y amor por las islas de Vicente, se ve reflejado tanto en su poema como en las imágenes pictóricas y fotográficas, también de su autoría, algunas de las cuales ilustran esta página. Vicente, mucho más que acompañarnos en el viaje que hiciéramos a las islas en el mes de agosto, fue un guía en la relación con los pobladores quienes, a pesar del tiempo transcurrido lo seguían recordando, a tal punto, que lo recibían como a un amigo de visitas habituales.
 

Las Lechiguanas
 
Islas, las del dulce encanto,
de horizonte leve, de azul infinito;
con cielos sangrantes en atardeceres;
con sedientos sauces que mece el “remanse”
y zorzales de canto demorado y grave.
Revelas dos caras, cual la vida misma,
apacibles aguas en quietas estampas
o crecido avance que todo lo arrasa;
reflejos que copian la frondosa orilla
u oleaje impetuoso que golpea y espanta.
Tendí la mirada en toscos veranos,
me quedé en zumbidos de néctar, ufano;
bebí en el bullicio de alegres bandadas,
anduve senderos de juncos bravíos
embriagado en brillos de piel y de escama.
Hoy renacen memorias de apacibles horas;
será verte de nuevo, entrar en tu flora
de savia continua, quedar extasiado,
rendido al embrujo de tu nombre eterno
que renueva dicha de ser pronunciado.
Islas, las del dulce encanto…
¡Verte de nuevo, déjame soñarlo!...

Vicente Jorge Cúneo, Gualeguay, enero de l985.
"Latitud Sur", Itinerario de un sentimiento.Paraná, 2007.

 





Vicente Cúneo conversando con pobladores de Las Lechiguanas en el reciente viaje

sábado, 10 de septiembre de 2011

Un viaje al país de Las Lechiguanas


Primera Parte por Jorge Surraco

La cabecera de esta nota, donde vamos a contar nuestro primer viaje a las Islas Lechiguanas, remeda el título del relato de José S. Alvarez, mas conocido como Fray Mocho quien hacia fines del siglo XIX publicó “Un viaje al país de los matreros”, libro que describe vida y paisaje de la región que ocupan estas islas y de otras que se extienden Río Paraná arriba hasta la altura de la ciudad de Diamante, en la provincia de Entre Ríos. No sólo Álvarez se ocupó en ese siglo de estas islas sino que antes lo hicieron Domingo Faustino Sarmiento y Marcos Sastre con ópticas bastante diferenciadas entre los tres autores. Posteriormente en el siglo XX, Lobodón Garra, seudónimo de Liborio Justo, no sólo escribió acerca de las islas sino que también vivió en la zona de Ibicuy. 
En una próxima entrada nos ocuparemos de presentar una relación comparativa de los textos de los cuatro escritores. Por ahora vamos a presentar una serie de datos sobre las Islas Lechiguanas que nos impulsaron a realizar nuestro viaje.


Si bien puede ser información conocida, haremos una referencia rápida acerca de Las Lechiguanas, describiéndolas como un conjunto de islas formadas por aluvión a lo largo de muchos siglos en la zona donde la tempestuosa corriente del Río Paraná, comienza a aquietarse en dirección a su desembocadura. Integra el llamado pre delta junto al sector de islas de las regiones de Victoria y Diamante al norte y las de Ibicuy al sur, todas en la provincia de Entre Ríos y que se continúan con el Delta propiamente dicho que se extiende hoy hasta El Tigre y un poco más allá de San Fernando, en la provincia de Buenos Aires. 

Las Lechiguanas, cuyo nombre deriva del quechua lláchiwána: avispa que produce miel, están limitadas por el curso principal del río Paraná al sur y el brazo del mismo conocido como Paraná Pavón al norte, que cambia de nombre por Paraná Ibicuy a partir de la Boca del río Gualeguay. El extremo noroeste de estas islas está ubicado frente a Villa Constitución en la provincia de Santa Fe, extendiéndose más allá de Baradero en la provincia de Buenos Aires y la localidad de Ibicuy en la provincia de Entre Ríos. Observadas en un mapa, el contorno que presenta el conjunto de estas islas podría compararse con el perfil de un dirigible o zepelín, torpe o modernamente dibujado, más ancho en su parte media y angosto en sus extremos. Tienen una superficie de 250.000 hectáreas y su interior lo surcan gran cantidad de arroyos de potente caudal.


La posesión territorial de estas islas estuvo en litigio desde finales del siglo XIX. La provincia de Buenos Aires las reclamaba como parte de su territorio mientras que para Entre Ríos siempre habían formado parte del suyo. El problema radicaba en la determinación precisa del límite entre ambas provincias. En 1902, un acuerdo entre los delegados de las provincias litigantes estableció que el límite era el canal de navegación del Río Paraná, lo que dejaba a las islas bajo la jurisdicción de Entre Ríos pero, en 1910, el gobernador de Buenos Aires rechazó el convenio dado que a esa fecha no había sido homologado por el congreso de la Nación, tal como lo establecía la Constitución Nacional.

En 1944, el Instituto Geográfico Militar dictaminó que el límite entre ambas provincias debía ser el Paraná propiamente dicho y no alguno de sus brazos, es decir, el canal principal de navegación. En 1959 se firmó un convenio por los gobernadores de ambas provincias ratificando el límite en los ríos Paraná y Paraná Guazú, convenio aprobado por la Legislatura entrerriana en 1961, ratificado por Buenos Aires en 1966 y puesto en vigencia por la sanción y promulgación de un decreto-ley nacional de ese mismo año. Posteriormente debieron ser homologados por medio de la ley nacional Nº 18000 por tratarse de aprobaciones producidas durante regímenes de facto.

En un primer momento las islas se dividieron jurisdiccionalmente entre los departamentos de Gualeguay y Gualeguaychú pero finalmente  quedaron todas las islas como integrantes del territorio de Gualeguay. Hasta este momento, habían pasado más de cien años desde que comenzó el litigio. Mientras tanto las islas vivieron en aislamiento y abandono. Esta situación no ha cambiado hasta hoy, a pesar de vivir relativamente cerca de centros muy poblados. Por el lado del Paraná, las islas están enfrente de las localidades (enumeradas de sur a norte) como Baradero, San Pedro, Ramallo, San Nicolás de Los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires y Villa Constitución en la provincia de Santa Fe.  
El extremo noroeste de las islas está aproximadamente a 60 Km de Rosario y el extremo sureste a unos 160 km de la ciudad de Buenos Aires.  

De la cabecera departamental, Gualeguay, no la separan más de 50 km, pero de Puerto Ruiz hasta las costas norte de las islas en el Paraná Pavón y Paraná Ibicuy, las extensiones de campo y agua, acrecientan el aislamiento pero el abandono, nos parece que es una realidad derivada de la falta de conocimiento y del interés no sólo de las autoridades sino también de la mayoría de los gualeyos. Este sentimiento es común a los pobladores de las islas y podemos dar testimonio de ello, no sólo por haberlo escuchado de sus labios sino también por lo manifestado por algunos amigos de Gualeguay que esperan nuestras filmaciones producidas en nuestros viajes para conocer las islas, pero no les interesa acercarse a ellas. Creemos (y desearíamos equivocarnos) que en el pensamiento de los gualeyos, Las Lechiguanas están muy lejos y no forman parte de su identidad territorial. Se habla de las islas en tiempo de inundaciones, del rescate de ganado y de personas o por algún caso de hantavirus. Algo parecido parece ocurrir con la localidad de Puerto Ruiz que está a sólo diez km de la ciudad. 



Sin embargo tenemos el convencimiento de que son dos lugares plenos de belleza e historias que bien merecen la atención y la integración al sentir e interés de por lo menos todos los gualeyos. Las islas están plenas de vida, no sólo la silvestre que promocionan las páginas de turismo, sino la humana que se desarrolla en condiciones por demás precarias y sacrificadas pero que producen un tipo humano con valores que en la vida ciudadana van desapareciendo. Nos referimos a pobladores autóctonos, a los  que nacieron, o por lo menos desde muy chicos crecieron en las islas; que aprendieron a sobrevivir en un medio hostil pero que hicieron propio consustanciándose con él, viviendo al ritmo y las fluctuaciones que imponen el clima y las inundaciones periódicas. Así se hicieron nutrieros, carpincheros, pescadores o cazadores de patos o chajás, tanto para alimentarse como para comerciar rudimentariamente. Hoy son además puesteros o cuidadores de ganado en engorde, porque el desplazamiento de la ganadería por la soja en los campos del departamento, ha hecho descubrir y valorar los campos bajos y los de las islas para invernar novillos. Si bien en las islas se ha trabajado en ganadería desde hace mucho tiempo, en la actualidad esa actividad se ha acrecentado. Pero también es una realidad que las islas se van despoblando de familias. En algunas zonas, sólo quedan los hombres que deben viajar cada tanto a las ciudades para ver a los suyos.


“Antes estas tierras no valían nada y no tenían dueños. Ahora aparecen muchos con papeles que según dicen, los hacen dueños de las islas”. De esta manera nos comentó un poblador su visión de un problema que hemos podido corroborar recorriendo páginas de Internet que  muestran varios y diversos conflictos de posesión y los esfuerzos del estado provincial por la recuperación judicial de extensiones de islas otorgadas de manera irregular durante las dictaduras militares. Pero sin querer obviar este problema, aclaramos que nuestro tema es la vida en Las Islas Lechiguanas en su sentido más amplio. Vida, de la que nos iremos ocupando en próximas entradas. 


Si bien este blog se ocupa principalmente de temas relacionados con el pasado, en esta oportunidad trataremos algo que transcurrió hace poco tiempo pero que significó, de alguna manera, un viaje hacia el ayer, casi como si hubiésemos sido transportados por la máquina del tiempo.

Fotografías de Jorge Surraco
 Continuará

miércoles, 25 de mayo de 2011

Desfile gaucho en Gualeguay (Video)


En el marco de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo, se realizó en Gualeguay, Entre Ríos, entre otros eventos, un desfile de las agrupaciones tradicionalistas del Departamento. Las abundantes lluvias de los días anteriores, impidió realizar el desfile en el Parque Quintana, debiendo concretarse alrededor de la Plaza Constitución.
Estas son algunas de las imágenes de dicho acto.

lunes, 23 de mayo de 2011

¿Cómo asomaba el sol del 25 hace cien años?



O cómo festejaba entonces Gualeguay el nacimiento de la Patria.

Existe cierto convencimiento acerca de la pérdida del fervor patriótico especialmente relacionado con el festejo de las fechas memorables que dieron origen a nuestra identidad, llamada hoy Argentina. Las fiestas patrias y sus feriados, es cierto, son una oportunidad para el mini turismo, el descanso o las reuniones, asado mediante, con amigos y/o familiares. Es posible también que “a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”, como escribiera bellamente el poeta Jorge Manrique.

No entramos a considerar las fiestas del Bicentenario realizadas en el 2010 en la Ciudad de Buenos Aires, dado que su grandiosidad no sólo por la espectacularidad de los actos sino por la participación masiva y en absoluta paz de los concurrentes, lo coloca como un acontecimiento único, muy especial y que probablemente se incorpore a la historia como un hito en la vida de nuestro país.

Gualeguay, 25 de mayo 2010
Pensamos en los eventos efectuados en los pueblos y ciudades del interior, especialmente en Gualeguay. La pregunta es ¿los festejos de hoy son distintos a los realizados hace cien años?, por poner una fecha de referencia. Para ayudar en el intento de encontrar una respuesta por parte de los visitantes de este blog, transcribiremos trazos del relato que hace Carlos Mastronardi en su libro MEMORIAS DE UN PROVINCIANO, sobre los festejos del 25 de mayo en Gualeguay alrededor de 1910.
Mastronardi y sus hermanos en la época de su relato


…….”La celebración de la patria, tanto en Mayo como en Julio, acaso fuera más notoria que hoy, puesto que el pueblo era más chico. La historia fluía de la boca de los ancianos. El triple grito de libertad resonaba solemne en las albas y los atardeceres saludados con bombas. Hasta la plaza principal solía allegarse algún oscuro soldado de las guerras civiles o de la campaña del Paraguay, de donde no había traído otra condecoración que sus cicatrices.”

Una diferencia no menor es que los hechos históricos memorados estaban más cerca en el tiempo y que a algunos de sus protagonistas era posible verlos o escuchar referencias directas de alguien que lo conoció.

Sigue Mastronardi:
Gualeguay, 25 de mayo 2010
“Bajo el quieto amanecer provinciano, con las mejillas encendidas por el frío, se congregaban los “escueleros” para cantar el himno nacional. Las sonoras estrofas podían oírse desde todos los extremos del poblado. Una sencilla alegría ganaba el alma del vecindario. Desde los campos, en el imponente “breack” o en la hamacada volanta, llegaban las familias de los hacendados para asistir a los festejos. …”

“La patria era emoción de todos, de suerte que también el paisanaje venía en sus enjaezados caballos. Al entrar en el pueblo, ya lento el andar de las cabalgaduras, en la mirada de los jinetes brillaba a un tiempo el recelo y la alegría. Vi hombres de barbas renegridas, hombres cuya sobriedad en el ademán y en la palabra revelaba su natural señorío.”

… “Después de oficiarse el Tedeum, que congregaba a políticos y funcionarios, todos ellos rígidos en sus levitas y palpitantes de fervor patriótico bajo las almidonadas camisas, sobrevenían los certámenes populares cuya pista era un descampado próximo al río.”

…”Por la tarde, ante el edificio de la policía –vetusta construcción situada frente a la plaza- formaba el piquete de agentes,…”
 
“Ante la emoción y la curiosidad de los escolares, el teniente López o el subteniente Vega, luego de dar la orden de firmes, desenvainando el sable, que refulgía en el atardecer ya desganado, y mandaban la descarga celebratoria, cuyo retumbar conmovía el crepúsculo y se ahondaba en el confín silvestre.”
 

 “En la plaza, iluminada con una prodigalidad digna de la fecha, la banda del municipio hacía oír los compases del himno y luego inundaba el pueblo con su invariable repertorio de valses y trozos de ópera.”

“Por la noche, mientras los vecinos modestos iban en busca de las diversiones organizadas para ellos, las damas socialmente notables, se acicalaban para asistir al baile de gala.”
El Club Social a principios del siglo XX

…”El engalanado club resplandecía. En las pausas o intervalos entre una y otra pieza bailable, las parejas paseaban por el salón, tomadas del brazo y sin atender a otra cosa que no fuera su diálogo.”

Frente del Club Social en la actualidad






…”En las grandes fechas cívicas, el pueblo concurría a la plaza donde se levantaban los armazones de los fuegos de artificio. Allí estaban algunos hombres de campo que no habían tenido necesidad de hablar fuerte para inspirar respeto: bastaba verlos.”

…”La multitud miraba con embeleso el mágico incendio de los castillos fraguados por el cartón y la pólvora.”

Gualeguay, 25 de mayo 2010
...” En el centro de la plaza solían realizarse pintorescas pruebas de habilidad y destreza. Allí estaban el rompecabezas y el resbaloso palo en cuyo extremo superior había una codiciada suma de dinero;…Una luna otoñal, con indiferencia cósmica, presenciaba las ruidosas diversiones. Ya muy entrada la madrugada, el pueblo volvía a su quietud habitual. Entonces, en la hondura de la noche con olor a campo, nuevamente podía oírse el clamor misterioso de lejanos animales selváticos.”

Gualeguay, 25 de mayo 2010


Más allá de la belleza poética del relato de Mastronardi, uno puede preguntarse si lo narrado difiere con los festejos que uno puede o ha podido presenciar y participar. El responsable de este blog cree haber vivido sucesos muy similares en su infancia, transcurrida medio siglo después de lo contado por el poeta. Y hasta podría decirse que en los programas de festejos de los últimos años, puede encontrarse la nómina de algunos eventos (por no decir casi todos), que encajan en este relato.




Pero queda una pregunta flotando: El fervor ¿es el mismo?

 Nota: Jorge Surraco
Fotografías actuales: Antonio P. Surraco
Fotografías antiguas: Museo Ambrosetti de Gualeguay


BIBLIOGRAFÍA
Mastronardi, Carlos–Memorias de un provinciano–Ediciones Culturales Argentinas–Bs. As. 1961